Dos poemas de Kim Addonizio

COMIENDO JUNTAS

Sé que mi amiga se está yendo,
aunque todavía esté sentada ahí
frente a mí en el restaurante,
y se incline sobre la mesa para humedecer
su pan en el aceite de oliva en mi plato; yo sé
lo grueso que solía ser su cabello,
y lo mucho que le cuesta apartar
un poco la gorra de su esposo durante la comida,
para poder mirar de frente al joven mesero
y sonreír cuando él le pregunta
si todo va bien. Ella mastica como
si muriera de hambre —pollo, dolmades,
los copos de mantequilla en hojaldre—
y lo que la está matando
come también. La veo levantar
una aceituna negra brillante y rascar
la carne de la semilla, veo
sus dedos largos y finos, y su cara,
hinchada por los medicamentos. Ella baja
la mirada hacia su plato, finge
no darse cuenta de que lo sé. Que ella se desvanece.
Y continuamos comiendo.

***

¿QUÉ QUIEREN LAS MUJERES?

Quiero un vestido rojo.
Lo quiero barato y delgado,
lo quiero muy ajustado, lo quiero usar
hasta que alguien me lo arranque.
Lo quiero sin mangas y de espalda abierta
para que nadie tenga que adivinar
qué es lo que guardo debajo. Quiero caminar
por la calle de la heladería  y la tienda de computación
con todas esas llaves brillando en las vitrinas,
pasar por la cafetería del Sr. y la Sra. Wong donde venden
donas del día anterior, pasar cerca de los hermanos Guerra
que pasan a los cerdos amarrados del camión a la carretilla,
alzando los hocicos manchados por encima de sus hombros.
Quiero caminar como si fuera la única
mujer en la Tierra y pudiera elegir a quien me plazca.
Quiero ese vestido rojo de verdad.
Quiero confirmar
los peores miedos que tengo de mí,
para enseñarte lo poco que me importas
o cualquier cosa excepto
lo que deseo. Cuando lo encuentre, lo tomaré
del gancho como si estuviera eligiendo un cuerpo
que me llevará por este mundo, a través
de los llantos de nacimiento y los llantos de amor,
y lo portaré como huesos, como piel,
será el maldito vestido
con el que sea enterrada al final.

—Kim Addonizio.

Traducción: Carlos LM.

 

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Foto de Joe Allen.

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Un poema para no leer en tu boda – Beth Ann Fennelly

Me has pedido un poema de amor
en lugar de un regalo de bodas, para tratar que así ahorre
dinero. Durante tres noches me he acostado
en la obscuridad bajo el brillo de las estrellas. Me he pegado al techo
que hay sobre mi cama. He escuchado canciones
acerca de la galaxia. Bueno, Carmen, te preferiría
regalar un tercer paquete de cuchillos para carne
que contarte lo que llevo por dentro. Déjame buscar
algún otro regalo en la tienda. No me hagas
advertirte de las estrellas, de cómo ellas nos miran
a una distancia que nos hace ver frágiles y mínimos,
desde la novia que corona el pastel de bodas
hasta la Virgen en el tablero de la iglesia
que toma un rojo e impecable corazón entre sus manos.

—Beth Ann Fennelly.

Traducción: Carlos LM.

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Foto de Beth Ann Fennelly tomada por Maude Schuyler Clay.

Dos poemas de Melissa Lee-Houghton

DIMENSIONES

Cada año que pasa le temo más a tu cuerpo. Su ternura
y su fuerza me empujan a un pequeño cubo de amor
cuyas caras brillan y se funden al mismo tiempo;

cada año le temo más a tu cuerpo,
a tu piel de almendra que rompe en sudor: parecen las primeras
gotas de una presa. Detrás de tu piel se encuentra el océano.

Tu cuerpo, cada año, se vuelve más y más temeroso.
Mis colores se desvanecen, los has absorbido,
y un día no me despertarás cuando amanezca hecha un arcoíris.

Todo lo mío y todo lo tuyo  beben del miedo en mi corazón.
El borrado no está nunca completo. Intento imaginarte sin un cuerpo.
Al calor de la noche somos la canción del estaño.

___

MUCHACHAS  BONITAS

En nuestras tumbas todas somos
unas muchachas bonitas. Nuestra piel
cae como la marea.
Nuestros huesos
son largos y esbeltos,
las inhibiciones se han ido. Somos
adorables en la tierra
que chicos atléticos cavaron
a cambio de dinero
sin saber lo hermosas
que descansamos allá abajo:
novias en la luna de miel
anticipando un orgasmo,
no la muerte,
serenas al estilo de peones y reinas
refugiándonos en nosotras mismas
por siempre.

 

—Melissa Lee-Houghton.

Traducción: Carlos LM.

 

Melissa Lee-Houghton

Sexo con un poeta famoso: poema de Denise Duhamel

Anoche tuve sexo con un poeta famoso
y me estremecí cuando di la vuelta y me encontré al lado suyo
porque yo estaba casada con otra persona
porque no tendría que haber estado bebiendo
porque me encontraba en un hotel lujoso
que no reconocí. Debí haberte dicho
de inmediato que lo anterior era un sueño, pero
un amigo me dijo, escribe acerca de un sueño,
pierde un lector y no quería perderte
de inmediato. Quería que me escucharas,
que supieras que ni siquiera me gusta el poeta del sueño, que él tiene
cuatro hijos, el más joven de mi edad, y que lo encuentro
muy poco atractivo, que sólo lo vi una vez,
me refiero en la vida real, y que fue junto a un grupo inmenso
con el que apenas pude hablar. Él me resultó desagradable
con sus observaciones despectivas sobre las mujeres.
Incluso usó la palabra “Japo”
que tomé como un ofensa directa hacia mi esposo que es asiático.
Cuando estábamos en nuestra primera cita, le dije
“Anoche estuviste hablando mientras dormías
y te escuché sólo para asegurarme que no
mencionarías el nombre de nadie más”. Mi futuro esposo dijo
que no podía responsabilizarse por su subconsciente
lo cual me preocupó e hizo pensar que sus sueños
estaban llenos de rubias en bikinis de piel de conejo.
Pero él dijo que no, soñaba sobre todo peñascos
y con océanos y con volcanes, climas extremos
a los que presenciaba sin poder detenerlos
Y yo le dije, “sólo sueño contigo”,
lo cual era romántico, tonto y falso.
Pero nunca pensé que podría soñar con otro tipo—
mi esposo y yo nunca tuvimos un sólo conflicto,
mi cabeza acomodada dulcemente en su axila, mi brazo
alrededor de su vientre, moviéndose de arriba abajo
la noche entera, poco a poco, cual agua en un lago.
Si me topara con aquel poeta famoso en la calle,
él seguiría andando, célebre bajo sus lentes obscuros
y un blazer con los parches de gamuza en los codos,
sin ceder una sola mirada en mi dirección.
Sé que quizás sientes curiosidad por saber quién es este poeta,
así que debo decirte que las pistas que he dejado
no son certeras, que he disfrazado su identidad,
nunca deberías intentar adivinar quién es…
porque jamás atinarás la respuesta correcta
y si acaso llegaras a hacerlo, no te diría que lo has logrado.
No podría avergonzar a un extraño
que, a fin de cuentas, podría ser una buena persona,
que quizás sólo estaba teniendo un mal día cuando lo conocí,
alguien que tal vez esté un poco cansado de la fama—
que mi esposo y yo consideramos como grandiosa,
aunque en realidad no sé qué tanta fama pueda tener un poeta americano
si, digamos, lo comparas con una estrella de rock
o un director de cine del mismo talento. No tanta,
y el poeta famoso lo sabe, sabe que
no es famoso de verdad si mira sus deudas. Sabe que muchos
de estos jóvenes poetas que jalan sus mangas
tan sólo fingen que han leído todos sus libros.
Pero sonríe de cualquier forma, trata ser útil.
Digo, este poeta tiene algunas cualidades que lo redimen, ¿no es cierto?
Por ejemplo, escribe algún verso yámbico.
De otro modo, qué hacía yo en sus brazos

—Denise Duhamel.

Traducción: Carlos LM.

 

denise duhamel

Una pareja de ancianos: poema de Charles Simic

Están a la espera de ser asesinados,
O de vivir el desahucio. Pronto
no tendrán nada que comer.
Mientras tanto, descansan los pies.

Se acerca un dolor violento, piensan.
Empezará en el corazón
Y en la boca dejará su sabor.
Se los llevarán en camillas, entre llantos.

Esta noche miran la ventana
Sin intercambiar una sola palabra.
Ha caído lluvia, y ahora parece
Como si fuera a caer un poco de nieve.

Lo veo bajar las persianas.
Si la ventana permanece a obscuras,
se que él ha tomado esas manos ancianas
Justo cuando ella se disponía a borrar la penumbra.

—Charles Simic.

Traducción: Carlos LM.

 

simic

El secreto: poema de Denise Levertov

Dos niñas descubren
el secreto de la vida
en la línea súbita
de un poema.

Yo, que no conozco
el secreto, escribí
la línea. Ellas
me lo dijeron

(por medio de una tercera persona)
lo encontraron
pero no saben cuál es
no saben siquiera

qué línea era. No hay duda
ahora, más de una semana
después, han olvidado
el secreto,

la línea, el nombre del
poema. Las amo
por encontrar lo que
yo no puedo encontrar,

y por amarme
por una línea que escribí
y luego olvidarla
para que así

miles de veces, hasta que la muerte
les llegue, descubran
de nuevo el secreto, en otras
líneas

en otros
sucesos. Y por
querer conocerlo,
por

asumir la existencia
de tal secreto, sí,
sobre todo
por eso.

—Denise Levertov.

Traducción: Carlos LM.

 

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Denise Levertov fotografiada por  Christopher Felver en 1994.

Duermo de pie: poema de Attilio Lolini

duermo de pie
soy famoso
por ello

me apoyo
en cualquier parte
duermo
y suelto ronquidos

hay quienes vienen a verme
es mejor que ir al cine

ni siquiera me muevo

alrededor de mí
se arma el tumulto

soy
un tablero de dardos.

—Attilio Lolini.

 

Versión al Español: Carlos LM.

lolini

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Cómo ocurrieron estas palabras: poema de William Stafford

En invierno, en horas obscuras, mientras otros
dormían, encontré estas palabras y las junté
de acuerdo a sus anhelos y el respeto
de unas por las otras. En quietud, se empujaban. Intercambiaron
significados pretendiendo tener sólo uno.

Alianzas monstruosas nunca antes soñadas
comenzaron. Algunas veces perdieron. Jamás
volvieron a separarse en este mundo. Se encuentran
juntas. Tienen una fidelidad que ningún
anhelo de pretensión podrá romper.

Y todo esto ocurre como magia a las palabras
en esas horas negras en las que otros tienden a dormir.

 

—William Stafford.

Traducción: Carlos LM.

 

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Cómo hacerle para no tener que secar los platos: poema de Shel Silverstein

Si tienes que secar los platos
(una horrible y aburrida faena)
si tienes que secar los platos
(en vez de ir a pasear la tienda)
si tienes que secar los platos
y tiras uno de ellos al suelo—
quizás ya no dejen
que los seques de nuevo.

—Shel Silverstein.

Traducción de Carlos LM.

platos

Poemas: un poema de Raymond Carver

Poemas

Vienen cada día este mes

una vez dije que los escribía

porque no tenía tiempo para

nada más. Refiriéndome, claro,

a cosas mejores — cosas distintas

a meros poemas y versos. Ahora escribo

porque quiero hacerlo.

Más que nada porque

esto es febrero

cuando normalmente casi nada

ocurre. Pero esta vez

los alerces florecieron,

y el sol ha salido

todos los días. Es verdad, mis pulmones

se han calentado como un horno.

Y qué pasa si otras personas

están a la espera de que caiga

otro zapato, en lo que a mí concierne.

Bueno, aquí lo tienes. Adelante.

Haz uso de él. Espero que se acomode

como un zapato.

Un poco ajustado, sí, pero flexible

para que el pie tenga espacio para respirar

un poco. Levántate. Camina por los

alrededores. ¿Lo sientes? Irá a dondequiera

que vayas, y estará contigo al final de tu viaje.

Pero por ahora, permanece descalzo. Ve afuera

un rato, y juega.

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Del libro All of us, the collected poems (1996).

Traducción de Carlos LM.