
(Foto: REX FEATURES)
Bien se puede medir la dimensión de un personaje por medio de sus frases. Y en ese terreno, pocos pueden hacerle sombra a Brian Clough. Para entender su forma de ser, basta recurrir a sus palabras. Las de alguien que se refería a Frank Sinatra como «el tipo que me conoció» y que cuando Muhammad Ali lo amenazó para que cerrara la boca, respondió entre risas que no se detendría y que quería pelear con él.
Eso era Brian Clough. Ni más ni menos.
A los bravucones se les distingue porque casi siempre están por debajo de lo que pregonan. Por eso sorprende que lo conseguido por Brian Clough en el mundo del futbol esté a la altura de sus maromas verbales. Como entrenador dejó un sello que todavía se comenta y se estudia.. Alguien capaz de ganar la Liga Inglesa con el Derby County, un equipo modesto al que llevó a la cima luego de tomarlo en el hundimiento de la segunda división. Con ese equipo, acostumbrado al sufrimiento en estadios para 20 mil personas, llegó también a semifinales de la Copa de Europa, un torneo que años después alcanzaría —ya con otro club— llevar a sus vitrinas.
En esa semifinal perdida, cayó frente a la Juventus de Turín, uno de los integrantes de la nobleza europea. En comparación el Derby County era tomado casi por un equipo de barrio. Pero luego de la derrota en el polémico partido de ida, Clough no se amilanó y dijo a los periodistas italianos que pretendían entrevistarlo que él no hablaba con «tramposos bastardos». De este modo manifestaba su inconformidad con las artimañas empleadas por los blanquinegros dentro y fuera del terreno de juego. A su lengua afilada le importaba más la resistencia que los modales.
Las hazañas en su carrera continuaron. Se le recuerda en especial por su etapa con el Nottingham Forest, otro equipo que tomó de la segunda división hasta llevarlo a ganar su primera (y única hasta el momento) Liga Inglesa. Con un plantel armado con inteligencia, arrasó en los estadios y alcanzó, ahora sí, a ganar dos Copas de Europa consecutivas (la 78/79 y la 79/80) que lo catapultaron hasta las nubes.
Sus equipos se caracterizaron por tácticas ofensivas acompañado de un gran orden atrás. Un estilo vistoso que presionaba a los rivales desde la salida. Ansias por alcanzar la gloria en cada oportunidad. Una especie de alegoría de lo que Clough era como personaje. Alguien que atacaba, pero siempre partiendo de una base, de un orden interno.
Sin embargo, más allá del palmarés, la huella que Brian Clough dejó en el futbol radica en gran medida a su magnetismo como figura. Cada una de sus entrevistas era una lección de ingenio y valor, en donde no escatimaba en palabras a la hora de expresar su punto de vista, siempre polémico. En tiempos de corrección política (instalada en la colectividad por figuras como Pep Guardiola), el recuerdo de Brian Clough resulta indispensable para entender esa actitud, ya en desuso, la de priorizar el compromiso con uno mismo y los suyos antes que llevar la fiesta en paz con el rival.
Con él ocurre un fenómeno parecido al de Bill Shankly. Su importancia, por encima de los títulos alcanzados, está afianzada a una filosofía de juego y de vida. Si bien los trofeos que ambos acumularon no son poca cosa (en especial Clough), su marca sobrepasa a cualquier objeto que pueda guardarse en una vitrina. El legado se encuentra repartido en el campo abierto: en una concepción del deporte y del honor. Hay entrenadores que ganaron más trofeos, pero ninguno removió las aguas como ellos dos, que bien podrían considerarse (junto a Matt Busby) los pilares en los que se sostiene el área técnica del futbol británico.
Brian Clough no se cortaba. Su particular forma de ver el futbol lo impulsaba lanzar ataques a quien tuviera enfrente. Esto le costó varios enemigos. El más celebre de ellos fue Don Revie, con quien mantuvo tensiones durante años. El conflicto comenzó cuando Clough criticó la manera en que Revie dirigía al Leeds United, un equipo de tendencias bruscas que se convirtió en la sensación y referencia del futbol inglés de los años sesenta y la primera mitad de los setenta.
Por una ironía del destino, cuando Revie dejó al Leeds (equipo al que mantuvo entre el primer y segundo lugar durante casi una década) para dirigir a la selección inglesa (que venía de fracasar en el objetivo de clasificar al mundial de Alemania 74), el sustituto sería el mismísimo Clough, el gran detractor histórico de la institución. El resultado fue un choque de trenes. Clough duró apenas 44 días en el cargo. Los malos resultados, unidos a un ambiente hostil en el vestuario inclinaron la balanza hacia la ruptura. Los jugadores del Leeds, que le guardaban devoción a Revie, le tendieron la cama a un sucesor que desde el primer día les plantó cara. Lejos de retractarse de las críticas que les hizo en el pasado desde el banquillo del Derby County, Clough atizó a la menor oportunidad. Recién tuvo por primera vez a sus nuevos jugadores enfrente, les advirtió: «Por mí pueden tirar todas las medallas que han ganado, porque las consiguieron a base de trampas».
Clough era un promotor del juego limpio, de permanecer lejos de la infamia. Un idealista. Al contrario de la virulencia frente a los micrófonos, sobre el terreno de juego se cedía al futbol amable con el espectador. Valoraba que el balón rodara por la cancha («Si Dios hubiera querido que jugáramos en el cielo, le habría puesto césped») y que los jugadores no simularan ni recurrieran a la pillería. Y era un hombre de principios. Alguien con un alto aprecio por la lealtad y experto ensalzar su propia figura para que todo el mundo supiera quién mandaba en la sala. Con él en la dirección era inconcebible la existencia de los jugadores vanidosos, especie tan común hoy en día caracterizada por su propensión a los espejos y portadas de revistas.
El mal trago en el Leeds llevó a Clough a establecer sus planes con la premisa de que nadie debe estar por encima del entrenador. Cuando menos en lo que se refiere a materia deportiva. Al respecto, conviene mencionar una declaración que hizo unos meses antes de morir. En ella se refería a José Mourinho, a quien por entonces (2004) la prensa comenzó a comparar con él gracias a los crecientes éxitos que el portugués tuvo con el Chelsea:
Hay un poco del joven Clough en él. Para empezar, es alguien apuesto y, como yo, no cree en el sistema de estrellas. Está consumido por la disciplina y el espíritu de equipo. Los futbolistas tienen que encajar en su particular visión y patrón de juego, lo cual está bien.
Para ilustrar su obsesión con la lealtad, hay una anécdota de sus tiempos con el Nottingham Forest. Por aquel entonces era habitual que despidiera a empleados del club debido a su bajo margen de tolerancia en lo que respecta a la conducta. Cuenta la leyenda que en cierta ocasión se encargó de despedir a un par de secretarias porque las descubrió cometiendo un pecado flagrante: reír en las horas posteriores a una derrota del equipo. En cuanto Clough las sorprendió en estado de júbilo, para él quedaba claro que no podían estar en su mismo barco, en donde todos flotaban o todos se hundían al mismo tiempo.
Su debilidad por la utopía lo mantenía en un estado de reproches constantes de los que nadie se libraba. Ni siquiera su propia afición, a la que echaba en cara la falta de apoyo en tiempos difíciles. La realidad pocas veces se acercaba a los designios de su imaginación, sin embargo, lo alto de sus miras también estiraba las posibilidades al máximo, plantando así su huella en los lugares que otros consideraban inaccesibles.

(Foto: Peter Robinson)
Cabe destacar que en el plano táctico, Clough distaba de ser un dotado o un estudioso. De hecho su éxito está ligado de manera irremediable a la figura de Peter Taylor, un viejo portero a quien tuvo por compañero durante su época como jugador. Él era su mano derecha, pese a que sus temperamentos tuvieran rasgos incompatibles. Eventualmente no se soportaron más y separaron sus caminos de forma definitiva luego de muchos coquetos con la ruptura. Un vistazo a la trayectoria de la dupla, muestra de manera tajante cómo el uno sin el otro caían en la mediocridad o en el fracaso. Pero cuando estuvieron juntos eran dinamita. Clough con una personalidad arrolladora que llevaba a los suyos hasta el límite, y Taylor alguien reservado (su hija ha mencionado que detestaba ser reconocido y que prefería el perfil de las sombras) que hacia malabares con la estrategia. Ambos, además, con gran tino para el tema de los fichajes. Tanto así, que su enemistad se consumó el día en que Taylor se llevo a John Robertson lejos de las manos de Clough. El golpe fue especial porque se trataba del jugador que anotó el gol de la victoria contra el Hamburgo en la segunda Copa de Europa ganada por el Nottingham Forest. La relación nunca se compuso, hasta la muerte de Taylor en 1990. Durante los años siguientes Clough se lamentó no haber remediado viejas rencillas y reconoció lo determinante que su viejo amigo fue en su carrera. Como pequeña compensación histórica, ambos están unidos en una estatua de bronce que el Derby County develó en 2010 a las afueras del estadio Pride Park.
La historia de Clough con el Nottingham Forest terminó en 1993, donde dieciocho años antes firmó un contrato que lo llevaría a caminar sobre las aguas del Río Trent. Después de conseguir la segunda Copa de Europa y de romper con Peter Taylor, su trayectoria vino a menos, si bien todavía alcanzó a ganar un par de títulos menores como lo eran las Copas de la Liga. Se despidió cuando el Nottingham Forest descendió a segunda división. Dejó a los suyos en la categoría en donde los había tomado. Pero con un legado para las enciclopedias. Suficiente para permanecer por siempre en el corazón de la afición.
Filmaciones de sus sesiones de entrenamiento muestran el carácter duro y a la vez carismático de Clough. Un punto intermedio que conseguía ganarse el respeto de los futbolistas sin llegar al extremo de que ellos le tomaran rencor. Incluso los jugadores con los que tuvo desavenencia le reconocieron siempre sus méritos. Aquel cascarrabias que les gritaba «son una jodida desgracia» era, a su modo, encantador.
En cierta ocasión, luego de una mala tarde. Clough encontró una particular manera de reprender a Nigel Jenson, uno de sus jugadores.«¿Alguna vez te han golpeado en el estómago, jovencito?» le preguntó. El futbolista respondió que no, sin adivinar lo que venía a continuación: un puñetazo de aquel hombre entrado en años «Bueno, pues ahora sí», sentenció Clough.
El ahora DT Martin O’Neill, que alguna vez formó parte de la plantilla del Nottingham Forest, cuenta que incluso los tipos más duros se escondían de Clough cuando merodeaba en los pasillos. De tal temor no se salvaban ni figuras de fama explosiva como Roy Keane, quien también conoció el puño de su entrenador, aunque «no con la suficiente fuerza, porque logró levantarse», según se preció.
Quizás el único punto desagradable de ese apartado social fue el relacionado con Justin Fashanu, el primer jugador inglés en reconocer públicamente su homosexualidad. Clough, un hombre proveniente de una cultura cerrada, no pudo asimilar la noticia cuando se enteró de las preferencias de su pupilo (sus compañeros y entorno cercano lo sabían desde los años ochenta, aunque Fashanu lo admitiría ante la prensa hasta 1990). Desde que comenzaron los rumores al respecto le incomodó contar con un elemento de tales inclinaciones dentro de sus filas y no temía hacérselo saber ni apartarlo en algunos de los entrenamientos. Si bien no se le puede justificar (es terrible y triste con todas las letras), hay que entender que Clough era una consecuencias de su cultura y su época. Por fortuna con el paso de los años la situación cambió, sin bien todavía hay mucho que mejorar al respecto. Sin ir más lejos, la historia de Justin Fashanu acabó de manera trágica años después de su retiro de las canchas, cuando se suicidó luego de ser acusado (aparentemente de forma injusta) por tener relaciones sexuales con un joven de Estados Unidos.
De cualquier manera, fuera de ciertas lagunas, la herencia de Clough está llena de aspectos luminosos. Un montón de anécdotas divertidas quedaron en el camino. Destaco otra de ellas: en al menos un par de veces en su etapa en el Nottingham Forest (la final de Copa de la Liga contra el Southampton en 1979 y el enfrentamiento de vuelta en la Copa de Europa contra el Liverpool en la 78/79), se cuenta que Clough le dio cervezas a sus jugadores para que bebieran en el autobús con rumbo al estadio. El objetivo era que estuvieran más relajados. Ambas citas eran de alta tensión, por lo que su apuesta era confiar en una pequeña borrachera para quitar los nervios. Contrario a lo que pudiera pensarse, en ambas ocasiones el tiro le salió bien. Al Southampton le ganaron 3-2, que se tradujo así en el título y con el Liverpool empataron 0-0, un resultado suficiente para pasar a la siguiente ronda del torneo.
El Everton padeció otra de las lecciones de Clough luego de un enfrentamiento en la Copa de la Liga. Los toffees terminaron enojados luego de perder en su visita al Nottingham Forest por culpa de un gol polémico. Para desquitar su frustración, los jugadores decidieron causar destrozos en el vestuario que se les había asignado hasta dejarlo como un basurero. Cuando esto llegó a sus oídos, Clough ordenó a los encargados del aseo que no limpiaran nada. Tenía un as bajo la manga: el Everton volvería a su estadio tres días después para un enfrentamiento de Liga. Y cuando llegaron para prepararse con vistas al nuevo encuentro, hallaron el vestuario hecho un desastre, tal y como lo habían dejado.
Los últimos años de Clough fueron amargos. Un creciente alcoholismo afectó su salud y su carrera profesional. Desde 1993 al día de su muerte en 2004 no volvió a dirigir a ningún equipo. Hubo posibilidad de tomar el mando del Wolverhampton, pero su estado físico, sumado a unos escándalos de corrupción (relacionados con unos pagos), lo alejaron en definitiva. Aún tuvo presencia en televisión, al igual que en columnas de la revista FourFourTwo. En 2003 los doctores le advirtieron que le quedaban pocas semanas de vida si no recurría a un trasplante de hígado, al que finalmente sería sometido. Esto le permitió vivir unos meses más en compañía de familiares y amigos a los cuales lamentaba haber hecho sufrir por la afición a la bebida.
Poco después del trasplante de hígado, Clough soltó otra de sus perlas. Una sentencia de valoración a la vida y a quienes tenemos a un lado en este momento. Unas palabras que invitan a la reflexión, a replantear nuestra relación con quienes un día podrían dejarnos:
«No me envíen flores cuando haya muerto, si me quieren, mándelas ahora que estoy vivo».
Genio y figura hasta el final. Hizo y deshizo a su manera en consonancia con lo dicho en una entrevista que le hicieron luego de abandonar el Derby County. En ella se le puso junto a Don Revie, esa figura de apariencia inalcanzable. Nadie creía que se le pudiera superar. Brian Clough, en cambio, dijo que se podía. Que se podían obtener los mismos resultados pero con un mejor estilo de juego. Que era posible. Que él era un soñador. Que él creía en las hadas. Y que no quería ser como Revie, pese a que era alguien que lo tenía todo en comparación a él.
«I want to be like me», dijo para la posteridad.
Y eso fue, ni más ni menos: Brian Clough. De eso se trataba. Querer ser uno mismo. Nadie más.

***
Algunas frases de Brian Clough:
«No digo yo que fuera el mejor entrenador del mundo. Pero siempre estuve en el Top uno»
«Si discutiera con un jugador, nos sentaríamos juntos unos veinte minutos, hablaríamos del asunto y al final decidiríamos que yo tengo razón».
«Una de las cosas más difíciles en un partido es darle la mano al entrenador rival si has perdido».
«A mis jugadores les daba una variante del mismo mensaje todos los sábados a las tres menos de diez: ‘Ahora mismo le pegaría un tiro a mi abuela con tal de conseguir los tres puntos esta tarde’. Así sabían lo importante que era que se dejaran la piel por la causa. Siempre sin excepción. Por eso mi abuela vivió más vidas que mi gato».
«No quiero epitafios de frases profundas ni nada de ese rollo. He aportado algo. Espero que eso sea lo que digan de mí, y ojalá le haya gustado a alguien.»
«Nuestra afición solo empezó a cantar al final, cuando ya íbamos ganando por un gol. Quiero oírlos cuando estemos perdiendo. Son vergonzosos».
“Por muchos caballos, títulos de caballero y campeonatos que tenga, él no tiene dos que yo sí que tengo. Y no me refiero a pelotas” (Sobre Alex Ferguson, que entonces solo había ganado una Copa de Europa, en comparación al par que tenía él).
«Quiero que mis mujeres sean femeninas, no que tiren barridas y estén cubiertas de lodo».
«Pedirle a un jugador que se corte el cabello cuenta como entrenamiento, hasta donde sé».
«¿Éxito? Dime la fecha en que se publicará mi obituario y entonces te diré si he sido exitoso o no. Si llego a los 60 significa que lo he hecho muy bien».
«Ni siquiera puedo deletrear spaghetti, ya no hablemos de hablar italiano. ¿Cómo podría pedirle a un italiano que agarrara la pelota? Podría agarrar una de las mías».
«Cuando ingresé a la unidad coronaria, recibí un telegrama de ánimo que decía: ‘no sabíamos que tuvieras uno'».
Referencias:
The Guardian
BBC Sport
Dailymail
colgadosporelfutbol.com
Telegraph
The Special Juan
Fiebre Maldini
futboldecafe.com
Mirror
«Frases de futbol» de Miguel Gutiérrez
«The Damned United» (película y libro)
«Provided You Don’t Kiss Me: 20 Years with Brian Clough» de Duncan Hamilton.
brianclough.com
elfutboldebarrio.blogspot.mx
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