Piérdase en el supermercado

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Los supermercados son lugares extraordinarios, aunque no siempre nos demos cuenta de ello. Alguien pensará: «Hay miles de tiendas. Nada especial. Son simples negocios donde se va a comprar mercancía, no sé qué les ves. Estás loco. Y yo les digo, no todo son los museos. Si bien los supermercados carecen de galerías artísticas, lo compensan con un ambiente relajante que no se encuentra en ningún otro lado.

En primer lugar, dentro de sus instalaciones hay pocos incidentes desagradables. Alguno habrá, por supuesto (suelo pegajoso en algún pasillo, un precio mal etiquetado), nada es perfecto. Lo que sí es que son problemas menores. Puede decirse que dentro de un supermercado hay seguridad óptima. Hasta en un país como México. En las calles ya no se puede caminar con total tranquilidad, en cambio en un supermercado sí.

Hay cámaras y elementos de seguridad que protegen a los visitantes. De modo tal que te puedes pasar horas enteras por ahí, a menos de que tengas prisa. Y aquí es donde hay que desmontar uno de los grandes mitos que la sociedad se ha encargado de perpetuar: el súper no es nada más para ir a comprar. De hecho se puede ir sin la obligación de comprar nada.

Así es. Pruébenlo, se los recomiendo. Olvídense de la visión utilitaria que se suele tener de este tipo de establecimientos. En efecto, habrá mucha gente que solo vaya por necesidad, que ven a las tiendas como un medio, no como un fin. Y está bien, si es que se quiere llevar una existencia pesada en la que todo lo que importar es llegar a dormir a la casa. Lo que les sugiero, es ir al supermercado cada tanto como quien va al parque. Entrar, caminar por los pasillos, mirar a las señoras pasar, probar los alimentos de muestra (comida gratis, no hace falta decir más), saludar a una botarga. y otras actividades más.

Se trata además de un excelente ejercicio. La caminata será siempre saludable, qué mejor hacerla dentro de un sitio techado que protege de las inclemencias del clima y que incluso, en ocasiones, ofrece música ambiental. Si se llevan algunas monedas, también se puede comprar ahí mismo una bebida rehidratante para mantener en equilibrio al organismo. Y lo que es mejor, cuando haya terminado con la bebida, usted podrá olvidarse de los arbolitos de los parques ya que, cerca del área de cajas, encontrará usted un lugar para ir al baño con cierto decoro.

Por otra parte, mentiría si les dijera que todo es miel sobre hojuelas. Es cierto que los supermercados presentan algunos inconvenientes cuando se les compara con otras alternativas. En primera instancia, los amantes de los animales se encontrarán con la noticia de que no podrán acceder a ellos con sus mascotas. Discriminación de especies, si quieren llamarle, el caso es que el guardia de la entrada les pondrá un alto si es que aspiran a llevar consigo a la iguana de la familia. Qué le vamos a hacer, en estos casos puntuales, se tendrá que recurrir a otros espacios donde sea posible llevar a bestiecillas de compañía. La ofensa se vuelve imperdonable cuando, ya dentro, uno se da cuenta  de que se le ha permitido la entrada a humanos que desmerecen frente al cachorro promedio.

Un detalle adicional es lo de la vestimenta. Aquí no es algo así como una prohibición. Afortunadamente las cadenas comerciales de occidente no imponen un código de etiqueta al respecto. Pasa que hay quienes se aprovechan de esta omisión para sobrepasarse. Esto resulta evidente cuando se le echa un vistazo a los visitantes. Hay poco glamour, para ser honestos. Nadie guarda el más mínimo respeto para los templos del capitalismo, lo cual no deja de ser un espectáculo triste. Ahí otro hecho para lamentar, aunque la culpa más bien sea de las normas sociales que de los establecimientos en sí. De cualquier manera, hay que resaltar el hecho de que las fachas reinen en estos lugares. Desde aquí los invito a empezar a revertir la tendencia. Hay que soñar un futuro en el que la fila de lácteos y salchichonería se pueda confundir con una pasarela de moda internacional.

Si lo que usted busca es socializar, tendrá que tomar algunas consideraciones. En los supermercados ocurre un fenómeno  peculiar. Cada visitante camina en su propia dimensión. Las miradas no se cruzan y no hay plática ni cortesía con los demás. Así que hay que tener cuidado cuando se busque tomar la última caja de cereal de chocolate. Es posible que la dulce anciana que esté a su lado haga uso de su bastón para golpearlo en la cara y llegar a él antes que usted. Los únicos personajes que garantizan amabilidad son los empleados. En especial quienes promueven algún producto. Los reconocerá porque estarán en un pequeño puesto donde le ofrecerán una muestra. Por ejemplo, si se trata de una gelatina, se acercarán con una charola para darle una porción. Es entonces cuando se puede imaginar que hemos llegado al éxito. Que somos personajes de fama mundial. Nuestro nivel de celebridad permite que seamos abordados por bellas mujeres que nos llevan la comida en bandejas de fino plástico texturizado.

Mención aparte merece cuando se produce un intercambio verbal como el que sigue.

—Buenas tardes, disculpe…
—Buenas tardes, ¿en qué le puedo ayudar? Estoy a sus órdenes.

Y es así como puedes sentirte ya no una celebridad, sino todo un emperador que puede soltar órdenes a quienes amablemente ha decidido unirse a tu séquito de admiradores. Pero como eres alguien humilde, alguien considerado, en vez de pedir un masaje en la espalda te limitas a decir:

—Oiga, ¿me podría decir dónde tienen las cremas humectantes? Es que no lo encuentro en ningún lado.

Fuera de eso, es difícil socializar así como funcionan las cosas, aunque también están aquellos que hacen visitas en grupos familiares o de amigos. Lo que no abundan son las parejas. Hacen falta para nutrir la fauna comercial. Una buena idea para los enamorados que lean este ensayo, es  llevar a cabo su próxima cita en un súpermercado. Créanme, si un novio o novia les aguanta esto, es que los quiere muchísimo.

Dejo estos apuntes para la reflexión. Dependerá de los lectores tomarlos en cuenta o arrojarlos por la ventana.

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