La conexión entre Jeanette y Chéjov

Todo llega a su fin, uno lo comprende un día, a menudo cuando está cerca de anochecer. La última obra de teatro escrita por Antón Chéjov, El jardín de los cerezos (1904), da cuenta del ocaso. El resquebrajamiento de una época a la que los ocupantes siguen aferrados. Un derrumbe del que no se percatan: condena por frivolidad. La bancarrota que arrasa un espacio donde hubo memorias y donde hubo belleza. En esta costura el drama. O la comedia, como la ideaba el autor, pese a sucesivas interpretaciones. Aun así, como apunta uno de los personajes, no hay día en que no ocurra una desgracia.

En el segundo acto hay un diálogo sobre la condición reducida del hombre. No somos para tanto, piensa uno de los presentes. Al final todos morimos, así que sería mejor olvidarse de ínfulas y ponerse a trabajar. Una forma de trascender, aun siendo pequeño, o más bien, ver con cinismo lo fútil de toda esta patraña. No creamos que somos mucho más que las hormigas, así que toma la pala, las botas, la pluma y papel, lo que sea. Entra en acción y acepta lo que corresponde.

Trofímov pone en duda lo dicho. ¿Cómo está eso de que morimos? Quizá tengamos cien sentidos y al morir solo perezcan cinco de ellos, los que conocemos hasta ahora. Puede que los otros noventa y cinco continúen vivos. Otros modos se existencia son posibles, no hay que afligirse ni bajar la cabeza.

Las líneas anteriores pasan un tanto desapercibidas dentro de una de las más famosas y aclamadas obras de Chéjov. Hubo, no obstante, alguien que casi ochenta años después retomó la teoría de que las personas tienen cien (o más) sentidos. Se trata ni más ni menos que Jeanette en Reluz (1983), el tercer álbum de su carrera.

Tras el éxito que Corazón de poeta tuvo en Brasil un par de años antes, la cantante y su equipo decidieron grabar un álbum con tintes bossa nova para afianzar el mercado. El resultado no tuvo el éxito que esperaban, pero el intento dejó un puñado de joyas. La más destacada de ellas es «Más de cien sentidos».

Compuesta por Edson Vieira de Barros (conocido con el nombre artístico de Ed Wilson) y José de Ribamar «Cury» Heluy, «Más de cien sentidos» calza perfecto con el estilo hipnótico de Jeanette; el de una belleza que no tiene que esforzarse para seducir y a quien le basta un susurro para dejar huella. El suave aliento que derrite un glaciar.

La adaptación al español del tema original en portugués corrió a cargo de Luis Gómez-Escolar, un orfebre de la lírica hispana. Ignoro si cualquier de los involucrados pensaba en El jardín de los cerezos durante las sesiones de grabación. Es probable que no, y aún así está la referencia. Los dos tenemos más de cien sentidos

Digo que es probable que no porque el retrato difiere en casi todo en ambas piezas, excepto por esa alusión. Mientras Trofímov piensa en la trascendencia humana, un horizonte existencial en el que caben todos, Jeanette canta a la intimidad de pareja. Todo brilla, solo para ellos dos. Amantes prometidos de amor sin fin. Estrellas caídas llevadas por la misma canción. Al estar juntos la experiencia es tan amplia, tan placentera, que cinco sentidos se quedan cortos. En su historia romántica se agolpan más de cien sentidos.

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