El lamentable incidente en el que Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle perdieron la vida fue un duro golpe de realidad ante lo que se avista como un nuevo comienzo tanto a nivel político como social. El percance que acabó con la vida de la gobernadora de Puebla y el senador de la República, así como el capitán de la aeronave, el primer oficial y un asistente, está aún por esclarecerse, pero desde el primer momento representó un parteaguas para los tiempos venideros.
Más allá de las especulaciones y las irresponsables teorías de conspiración que algunos ostentan como hechos, la tragedia tiró para abajo las sensaciones positivas que se acumulaban gracias al final del año, así como el comienzo de una nueva era en lo que respecta a la administración federal.
De fondo queda una lección importante. Si la posición desde la Presidencia de la República ha sido de la mantener una ilusión propia de un cambio de régimen, y si dentro de la población existe en entusiasmo por las mejoras que podrían aproximarse en el país, en cierto modo nos hemos olvidado que la política, así como la vida misma, está llena de factores imponderables y fortuitos que de un día a otro pueden desequilibrar el ambiente.
A nivel humano y profesional es una costumbre tejer espejismos a futuro que parecen fijos y a los que se suelen encaminar nuestros actos. No obstante, es común perder de vista que lo prudente es dejar un margen para la incertidumbre, esa brecha que puede cambiar de un momento a otro los planes.
Esto puede presentarse en distintas esferas y con distintos grados de profundidad. No tiene que ser tan abrupto como el accidente de un helicóptero ni necesariamente tiene que implicar el deceso de ninguna persona. Los embates pueden ser mucho más sutiles (y no por ello menos catastróficos); en la operación deben incluirse los factores internos y externos que de un momento a otro podrían desbaratar lo que se tenía de antemano establecido.
Crisis económicas, cismas en el escenario internacional, errores de cálculo, implementación deficiente de las reformas, protestas ciudadanas, escándalos mediáticos, corrupción de subordinados y lo imprevisible del crimen organizado, son solo algunas de las variables que en determinado momento podrían modificar lo que se tenía planteado en los términos iniciales.
Evidentemente nadie puede paralizarse ante la incertidumbre. Sería absurdo quedarse a medias y ceder demasiado terreno ante la duda. No hay espacio para la vacilación en lo que se refiere a la gobernanza, así que hay que partir de ciertos supuestos. Eso sí. hay que tener el temple y la seriedad suficiente para saber que no siempre una acción se ve recompensada con un resultado en concreto. Hay que asumir que estamos inmersos en complejidades y dimensiones inestables ante los que se puede ser optimistas, pero que bajo los que de ningún modo podemos estar desprevenidos.
La muerte de Moreno Valle y Érika Alonso también dejó en claro, nuevamente, el encono que existe en México, un confrontación que no da atisbo de superarse y que probablemente se radicalizará en los próximos años.
Las redes sociales se convirtieron en un espectáculo funesto. Una considerable cantidad de personas aprovechó la tragedia para sacar lo peor de sí mostrando su mezquindad y falta de consideración aun en momentos bastante sensibles para quienes conocieron a los involucrados y, en general, para la estabilidad del país.
Tanto simpatizantes como detractores de la finada pareja soltaron conclusiones disparatadas, acusaciones abyectas y se erigieron como cavernícolas faltos de educación. Quienes de plano celebraron las muertes y quienes inventaron cuentos con preocupante liviandad, sumaron toxicidad a un cuadro ya difícil de tolerar.
Moreno Valle pudo ser un mal gobernante (hay múltiples indicios que lo marcan así, aunque algún acierto igual tuvo) y solo un fanático o loco metería las manos al fuego por su integridad dentro del servicio público. Pero aun con las muy probables corruptelas y vilezas de su parte, lo mejor que podía pasar es que estuviera vivo para pagar por sus pecados bajo el cauce legal que corresponde a nuestra incipiente democracia y sistema de justicia. Alegrarse de la muerte de alguien atribuyendo a ello las bondades del “karma”, no es solo un despropósito, también es una señal de la degradación en la que se encuentra la nación en varios frentes.
Con el firme deseo de que los ánimos se serenen pronto y que la prosperidad empiece a dar señales de existencia, deseo un gran 2019 para todos los lectores y no lectores de esta columna, sean cuales sean sus filiaciones políticas. Ojalá que vengan meses más felices y menos agitados para un mundo que ya necesita de un respiro.
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Publicado originalmente el 31 de diciembre de 2018.