John Lennon y la revolución escéptica

La mejor canción de John Lennon en materia política salió a mediados de 1968. Al menos es la que mejor refleja la importancia de mantenerse despierto y con independencia intelectual. Está muy por encima de “Imagine” o “Give Peace a Chance”, que pecan de ingenuas e incluso de incongruentes respecto a la personalidad que el autor ostentaba en su vida íntima.

El tema al que me refiero se trata de “Revolution“, surgida en un principio como una tonada lenta llamada “Revolution 1” (la versión que aparece en el Álbum Blanco), pero que a instancias de Paul McCartney y George Harrison fue reconfigurada para ser más eléctrica y movida con vista para su lanzamiento como sencillo.

La gran relevancia de esta composición (además de ese inicio frenético y el sonido robusto de la guitarra en todo momento) es que la letra invita a una actitud que debería ser más frecuente a la hora de analizar la realidad: el escepticismo.

La izquierda tomó este tema como una traición ya que su discurso va, de cierto modo, en contra del pensamiento de masas, esas protestas sociales que son más viscera que cerebro.  Y, como suele pasar, el progresismo casi desafilia al buen John Lennon de la Liga de la Justicia. Pero en su contenido no es hay nada de malo, al contrario. El Beatle invita a algo tan sano como dudar y no tragarse el discurso del enésimo iluminado que dice tener la fórmula mágica para cambiar el mundo.

Las líneas memorables en “Revolution” se suceden una tras otra. En términos generales promueven el uso de la razón. A no ir tan fácil con las multitudes y a cuestionar como individuos.

El camino al infierno está lleno de buenas intenciones. No basta con tener deseos bondadosos y decir que todo será paz, armonía y felicidad. Hay que mostrar cómo se llegará a eso. De otro modo esas “revoluciones” que pretenden cambiarlo todo de golpe más bien acaban por empeorar la situación. La historia nos ha mostrado que casi siempre es así. Cualquiera que derrumba todo lo que hubo antes sin ningún tipo de distinción deriva en un desastre.

Aplica también para las ofertas políticas. Es necesario tenerlo en cuenta en una época donde abundan los caudillos modernos, quienes creen que la suya es la única vía y que con su llegada al poder todo mejorará solo porque sí.

Hay que temer de aquellos que buscan imponer medidas milagrosas. La realidad es compleja y no atiende a ocurrencias ni a improvisaciones. Los mejores resultados para la humanidad han llegado a través de las instituciones, la coordinación entre fuerzas opuestas y el análisis serio. No a través de mesías que creen que todo se remedia por medio de la voluntad.

Lo cierto es que las cosas no van tan mal en el mundo como a veces creemos. De hecho van por buen camino. Falta mucho por mejorar y quedan aspectos urgentes por cubrir, pero quien no vea el avance que ha ocurrido con el paso de las décadas (en asuntos tan fundamentales como la reducción de hambre y pobreza, así como los pasos enormes en materia de salud) simplemente está cegado ante la realidad.

Los mayores logros de la humanidad han llegado a través del trabajo duro, la sensatez y el apego a la ciencia. No a revueltas estériles promovidas por gente inmadura que va de genio por la vida cuando más bien deberían ponerse a reflexionar.

Todos queremos cambiar al mundo, pero como menciona John Lennon: no son enchiladas (bueno, más o menos algo así dice). A todos aquellos que digan tener la “solución” y que te piden contribuir con la causa, hay que pedirles que muestren su plan para revisarlo. No hay que tirarse al vacío por seguir al charlatán en turno. A fin de cuentas todos aportamos desde nuestras minúsculas trincheras y no debemos sentirnos culpables por ello.

Desde luego no hay que conformarse ni sentirse satisfechos con lo que hay. De nuevo: hay mucho trabajo por hacer. Todavía hay gente que muere de hambre en el mundo (menos que antes, pero sigue siendo un número aterrador) y mientras eso suceda hay que redoblar los esfuerzos. No desmontando todo, sino seguir las prácticas que han mostrado resultados positivos y desechando lo que no funciona.

Una de las mejores partes de “Revolution” es la parte que señala: “Dices que quieres cambiar la constitución… bueno, nosotros queremos cambiar tu cabeza”. Con esa gran ironía John Lennon nos muestra cómo hay que actuar ante esos embusteros que conocemos en nuestro entorno: burlándonos de ellos. No idolatrando como hacen algunos ni tampoco siguiéndolos con fe ciega, como los que andan por ahí (¡todavía!) a la estela de las consignas de Mao.

Con el pasar del tiempo la visión de John Lennon cambiaría. Y de hecho se desdijo un tanto del contenido de “Revolution” para ser una presa más del ambiente utópico de los setenta (era un idealista un tanto contradictorio). Pero en la entrevista que dio a Playboy en 1980, poco antes de morir, la reivindicaría como respuesta ante las revueltas destructivas.  “La letra sigue vigente. Sigue siendo mi postura respecto a la política. Quiero ver el plan. (…) Ya sea un derrocamiento en nombre del cristianismo o del marxismo, quiero saber qué vas a hacer después de derribarlo todo. Quiero decir, ¿no podíamos usar algo de lo que había antes? ¿Qué sentido tiene bombardear Wall Street? Si quieres cambiar el sistema, cambia el sistema. No está bien dispararle a la gente”.

El John Lennon maduro le lanzaba un guiño a quien fue en la juventud. El muchacho que todavía en 1968 se reía en la cara de todos aquellos que pretendían arreglarlo todo con mera palabrería.

Su mensaje es válido y actual. Resuena todavía en casi cualquier espectro de la geopolítica. De Cataluña a Estados Unidos, pasando por México y Venezuela. Todo resumido en una canción tan genial que hizo gritar a Paul McCartney de la emoción.

revolution beatles

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