Mis 10 canciones favoritas de The Smiths

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Hace 10 años todavía era difícil encontrar a personas que gustaran de The Smiths. Encontrarlas era un pequeño milagro, un acontecimiento del que casi siempre salía un vínculo duradero. Con el paso de los años (y de las películas que los han manoseado), su fama aumentó. Hoy en día podemos asegurar que se trata de una banda mainstream (al menos por las tres o cuatro canciones que  suelen ser conocidas), aunque de manera curiosa la carrera en solitario de Morrissey sigue sin recibir la atención que merece.

The Smiths son junto con The Beatles mi banda favorita del todos los tiempos. Afirmo sin rubor que todas sus canciones me gustan, incluso las que son consideradas como menores (aprendí a querer a «Golden Lights»), así que hacer un top 10 no tiene demasiado sentido: en el próximo mes podría mencionar otras tantas. Esta lista, sin embargo, es un pequeño homenaje a un conjunto que me acompañó en momentos donde nadie más lo hacía. Cuatro salvajes a los que miro con cariño por todo lo que me ofrecieron.

Gracias a ellos por estas canciones que me mantuvieron a flote, como se indicaban en esa joya llamada «Rubber Ring».

(Den clic en los títulos si quieren escuchar el audio de los temas en youtube)

***

10. «Last Night I Dreamt That Somebody Loved Me»

El último sencillo lanzado por The Smiths en activo (sin contar «Stop Me If You Think You’ve Heard This One Before» que tuvo una distribución limitada) resume el espíritu que los conformó durante una breve, pero intensa carrera. Los sollozos de un alma que se lamenta ante una vida social insatisfactoria, sin que por ello se pierda la esperanza cada noche, en donde la fantasía de los sueños ofrece una calidez que empieza a quemar la piel por la mañana, una vez que se regresa a la realidad de una habitación vacía.

9. «Stretch Out and Wait»

Jim StarkPlato Crawford en la intimidad que ofrece la luz de las estrellas:  Do you think the end of the world will come at nighttime? Los pensamientos alojados en la mente de la adolescencia. El temor a las torpezas e incapacidades en el primer encuentro, los cuales —se añora— puedan ser subsanadas por los designios naturales. Y toda esa emoción carnal, de la que ni siquiera se libran quienes han padecido años de ausencias, cuando los dos cuerpos caen sobre la cama y todas las dudas y dilemas pasan a segundo plano. Comprender, tendidos, que lo único que importante es el aquí y el ahora.

8. «The Boy With The Thorn In His Side»

Ante el ejercicio de identificarse con una canción, me inclinaría por «The Boy With The Thorn In His Side», si bien las obras completas de Morrissey aplicarían por el puesto. En este tema  se aborda la angustia de quien se sabe incomprendido e ignorado. El chico con la espina en el costado va en confusión, no concibe cómo es que nadie puede ver aquello que guarda en la mirada, ¿cómo alguien no podría creerle? Ya sería hora de que cayeran en cuenta de que detrás de todas esas actitudes, en apariencia reclusivas, yacen deseos asesinos de amar.

Johnny Marr empieza por una ruta para luego retroceder e iniciar por otra; al fin y al cabo está rebosante de ideas, no hay temor al agotamiento; mientras allá, del otro lado, alguien se pregunta qué es lo que hay que hacer cuando por fin se quiere vivir. ¿Con quién vas? ¿A dónde te tienes que dirigir?

7. «Still Ill»

Un amor que se desvanece, una relación irrecuperable aunque todavía exista cercanía territorial. Besos bajo un puente de acero que ya no tienen el significado que alguna vez tuvieron. No, ya no es como en los viejos tiempos. El duro golpe de asumir que no puedes permanecer aferrado a los sueños de antaño.

Las personas cambian y la nostalgia se convierte en un espectro. El sonido jangle en «Still Ill» lo recuerda con plácidas puñaladas.

6.»I Don’t Owe You Anything»

Un sentimiento constante en la carrera de Morrissey es la desesperación. El nervio que se colapsa ante la falta de incentivos. Y esa búsqueda incesante por alcanzar lo que se cree merecido: la plenitud, el amor, el estrellato. Este paroxismo se hace presente de manera singular en «I Don’t Owe You Anything», en donde el ansia  se convierte en reclamo. El protagonista de la historia siente que la persona a la que ha dedicado sus empeños le debe algo, y que debe pagárselo cuanto antes. «¿En verdad he recorrido a pie todo este camino solo para escucharte decir que no quieres salir esta noche?». El tipo de historias que eran posibles cuando la comunicación a distancia era difícil, sin tener aún la coordinación tecnológica.

Aquí discrepo con Morrissey  que, por el contrario, desprecia esta composición.

5. «William, It Was Really Nothing»

Johnny Marr obra el milagro de hacer sonar la guitara como si fuera la caída de lluvia para ir a la zaga de su compañero en esta historia sobre un lugar que te tira para abajo. Ciudad sin estímulos que ha empujado al conformismo… y una voz que te dice que no, que no tiene que ser así, que hay salvación, que hay otro camino. Es hora de que vivas tu vida.

Una proeza musical que en apenas dos minutos da en varios blancos.  I don’t dream about anyone except myself…

4. «This Night Has Opened My Eyes»

Quienes piensen que The Smiths eran únicamente Morrissey y Johnny Marr… tienen razón, pero atención a lo que Andy Rourke hizo desde el bajo en varias canciones, donde se convirtió en el amarre perfecto para redondear lo que disponían esos dos genios. Tal es el caso de»This Night Has Opened My Eyes», que viene a ser Shelagh Delaney (la gran inspiración de Morrissey en los primeros años de The Smiths) sintetizada en una viñeta. El kitchen sink drama de quienes están sumidos en un contexto del que no solo es imposible escapar, sino que influye —para mal— en cada uno de los órdenes de la vida.

El «I’m not happy and I’m not sad» como declaración de principios. La celda de la vida diaria, arenas movedizas de las cuales hay que salvarse con la única oportunidad disponible.

3. «Hand in Glove»

The Smiths eran esto y no otra cosa. La garra, la pasión de quien se levanta luego de haber sido tundido una y otra vez. Una de las canciones de amor más bellas en toda la historia, en donde no importan géneros ni condiciones; enfocada a cualquier relación ante la adversidad. Morrissey daba así el primer paso de contundencia en su carrera como letrista, soltando líneas memorables una tras otra luego de haber pasado años en aislamiento. Era el león enjaulado que salía por fin a la superficie. Con este primer sencillo, el grupo se despegó de la competencia. Esta demostración dejó en claro a lo que ellos eran diferentes. Eran de los nuestros.

Podemos ir a donde sea, lo que importa es que estés cerca de mí. Quizás estemos ocultos bajo harapos pero tenemos algo que ellos nunca tendrán. La buena vida está escondida allá afuera en alguna parte, así que permanece a mi lado, pequeño encanto. Pero conozco mi suerte muy bien y sé que probablemente no te vuelva a ver…

2. «I Know It’s Over»

Jamás he comprado esa visión superficial según la cual The Smiths es una banda triste y hasta depresiva. Creo que en la carrera del grupo abunda una ironía por la cual varios de sus temas acaban por ser malinterpretados. Hay, eso sí, una buena dosis de trazos melancólicos, una tendencia a la aflicción… pero siempre cargándola de belleza. Como si en esos baches se pudiera dar con un campo de flores. Si no se puede vencer los pesares queda la opción de hacerlos llevaderos (e incluso disfrutables) a través de la música.

Tal vez «I Know It’s Over» sea el trabajo más dolido y dramático de The Smiths, pero  Morrissey y Johnny Marr (contrario a la frialdad que podría encontrarse en, digamos, una pieza de Joy Division) logran ofrecer cobijo a quien lo escucha, un especie de consuelo, pese a que a la par tiren líneas que son verdades dolorosas.

Un himno a la sensibilidad y a todos esos atributos que, lejos de ayudar, complican el desarrollo de las personas («Love is natural and real / But not for you, my love»). Los espíritus más profundos son a veces los que más sufren, a los que más se les dificulta tirarse al vacío.

1.»Half a Person»

Conocí a The Smiths en el mejor momento posible: en la complicada etapa de la adolescencia. Aquellos días en los que nadie te parece entender y en los que sientes que a nadie le pasa lo mismo que a ti. Deambulas desesperado con la ilusión de encontrar una guía, un refugio, para a más bien hallar barreras y nuevas desgracias.

A esa edad lo más probable es que si se va a encontrar una salvación sea través de un artista. Cada quien tendrá el suyo. El mío en particular fue Morrissey, con quien de inmediato establecí una conexión única. El copetudo era alguien distinto. No era la típica estrella de rock que cae en excesos de sexo y drogas, sino un tipo marginal que observaba con agudeza las dinámicas sociales, despreciándolas y queriendo entrar en ellas al mismo tiempo.

Recuerdo la cumbre de la comunión. Fue con «Half a Person».

Vaya emoción al escuchar «Sixteen, clumsy and shy…». Yo tenía dieciséis, era torpe y tímido. Y supe entonces (como con otras canciones), que The Smiths serían una de las bandas de mi vida. No solo una más, como tantas a otras a las que se escucha de vez en cuando, sino una de esas contadas (dos o tres nada más) con las que me obsesionaría. Era inevitable hacerlo. Los paralelos eran muchos, acabe conmovido sin poder remediarlo.

El muchacho aquel que estuvo seis años a la estela de otra. persona… y que a cambio solo pedía cinco minutos para contar su propia historia. Un special one que solicitaba trabajo como un simple back-scrubber.

«In the days when you were
hopelessly poor
I just liked you more…»

No tengo duda, ellos contaban la historia de mi vida.

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