Una historia real. No recurrir a la verdad ni a la mentira dentro de una relación. La primera porque es muy dolorosa y la segunda porque bué, esto no se trata de engañar a nadie ni hacerle perder tiempo valioso. Tampoco se trata de que la otra persona salga lastimada igual que tú. Se toma entonces el camino del escape. El alejamiento. El plan de retirada de quien se sabe poseedor de una bomba en cuenta regresiva y que prefiere explotar en la zona más apartada posible para no afectar a nadie más. Pero tampoco es fácil. Nadie se entera que a varios kilómetros hay alguien que sufre. Alguien que pudo salvarse si se hubiera quedado a contar lo que le ocurría por dentro y que sin embargo prefirió el sacrificio en silencio. De cualquier manera la honestidad también habría provocado la catástrofe, el incendio. No había nada que hacer para remediarlo, excepto buscar que las víctimas fueran las menos posibles. Una tan solo. Pasar de largo. Irse. Una condena perpetua, porque como decía una canción de los SFA: aquellos que huyen por tristeza —los que apuestan a la evasión—, sobreviven solo para pasar un día más en… tristeza.