El 21 de septiembre es un día especial. En él cumplen años muchas personas talentosas. De Bill Murray a H. G. Wells, pasando por Stephen King y Leonard Cohen. Pero en esta ocasión quiero enfocar mis comentarios a un idiota. Sí, a un imbécil. Se llama Liam Gallagher y también nació ese día. El personaje en cuestión no es ningún jovenzuelo; dejó la lozanía muy atrás. Y a pesar de lo que pudiera pensarse por la forma en la que lo he llamado, lo aprecio muchísimo. Sí, como dije, es un idiota. Basta ver cualquiera de sus entrevistas para darse cuenta. No puede hilar una sola frase inteligente y no descarto que se le dificulte entender el más simple de los conceptos. Sin embargo, es un tipo encantador. Y cuando lo insulto lo hago desde el cariño absoluto. En realidad le debo mucho y lo considero un tipo genial.
Se trata de un hombre privilegiado que llegó a la Tierra con un solo don (el de cantar) y que basado en ello conformó su camino hasta las nubes. Su capacidad no le da para más, pero lo único que sabe hacer, lo sabe hacer a la perfección. Al menos en sus mejores épocas cuando logró darle corazón a los temas compuestos por su hermano Noel. Es lo que tiene Liam y Oasis en general: corazón. Sus canciones son de lo más sencillas y repetitivas. Y pese a ello uno se los perdona y se les celebra por encima de intérpretes más virtuosos porque tienen algo que no abunda: determinación y sentimiento. Soy de los que prefieren eso a cualquier clase de pirotecnia.
Desde el primer día los gamberros de Oasis tipos salieron a romperse el lomo creyéndose los mejores del mundo. Aunque no lo fueran era la única alternativa que tenían: convencerse de ello. Y al hacerlo, convencieron al resto del mundo. Se pusieron de tú a tú con cualquiera sin temor a la derrota. Rebosantes de confianza y amor por la vida siguieron avanzando. Era eso o seguir robando autopartes en los barrios bajos de Manchester.
Quizás por eso lo consiguieron, porque son tipos que saben lo que significa sufrir, como aquel futbolista salido de uno de los peores barrios que se desvive por conseguir ese gol que lo saque de donde está. Un destello que lo lleve a conseguir un contrato profesional que le permita llevar un poco de comida a casa. Para ellos la música no es un hobbie ni un entretenimiento cualquiera. Es un asunto de vida o muerte como lo fue para John Lennon o Bob Dylan. Por eso lo dan todo de sí, como si este día fuera el último. Porque es lo que ocurrirá si no pelean.
De ahí que me emocione tanto con «Live Forever», una canción que los Gallagher dedicaron a su madre, llenos de ternura y juventud.
Vamos a vivir para siempre, le dicen, y de nuevo intentan convencerse de ello. Porque somos especiales, agregan con todas sus fuerzas. Vemos lo que nadie más ve. Así que no te preocupes. Vamos a vivir para siempre. No me hables de jardines porque lo que yo quiero es volar.
Palabras dichas por alguien que es tan común y corriente como quienes lo escuchan, los que también han sentido el dolor mientras la fría lluvia de la mañana les cala hasta los huesos.
Por eso amo a este idiota. No hay más.