Hace tiempo, luego de su lamentable fallecimiento acaecido en Mallorca el 1 abril de 2015, me puse a reflexionar en torno a la figura de Cynthia Lennon, una de las beatlegirls por las que siento más fascinación. A ella le tocó sufrir mucho, como pasa a menudo con las mujeres que conocen a un hombre por el que tienen que descuidar su carrera profesional. Cynthia era una promesa que podía armarla en grande: durante su juventud ganó concursos de talento y mostró la capacidad suficiente para ser aceptada en el Colegio de Arte de Liverpool, en donde fue alumna destacada hasta que conoció a un tal John Lennon que empezó a consumir su tiempo y atención. Aquel joven de pretensiones musicales era muy divertido y la dejó encantada, aunque profesores y familiares le advertían que no era la persona adecuada para ella. John era un rebelde, un soñador que aún no mostraba aptitud alguna, mientras Cynthia era decente y conservadora. De cualquier modo la relación se consolidó, en esos días en los que nadie daba un centavo por el que a la postre se convertiría en uno de los más grandes emblemas de la cultura popular.
Cynthia aguantó (y padeció) infidelidades, ausencias y las manifestaciones violentas de su pareja. Sí, John Lennon el que se las daba de amorypaz era un tipo contradictorio con baches llenos furia y rencor. Alguien de celos enfermizos que no permitía que nada saliera de su esfera de control, así tuviera que usar la fuerza para remediarlo. Una misma cara que podía ser cautivadora o cruel dependiendo del momento.
El matrimonio entre ambos se hizo formal en 1962 y duraría unos años más hasta que John conoció a Yoko Ono. Cynthia entregó los mejores años de su vida a un hombre que nunca estuvo del todo para ella. Mucho tiempo después ella se lamentaría:
«(…) nunca dejé de quererle, pero el costo de aquel amor ha sido enorme. Alguien me preguntó recientemente si habría pasado por todo esto si hubiera sabido en un principio lo que vendría. Tuve que decir que no. Por supuesto nunca me arrepentiré de haber tenido mi maravilloso hijo. Pero la verdad es que si hubiera sabido, cuando era joven, lo que acarrearía enamorarme de John Lennon, me habría dado media vuelta y me habría alejado.»
La foto de abajo es un momento histórico que eriza la piel. Fue tomada el 29 de agosto de 1959. Cynthia es la primera en la fila de un público mínimo que escucha tocar a John Lennon y Paul McCartney. Unos tipos que aspiran a llegar lejos, pero a los que todavía les queda un largo camino por recorrer. Todavía no eran los Beatles, sino los Quarrymen. Un dato curioso: por aquellos días Cynthia tenía el cabello castaño. Se lo pintó de rubio para atraer a John. Lo hizo después de escuchar a John Lennon lanzar cumplidos a una mujer rubia que le remitía a Brigitte Bardot. Cynthia no quiso quedarse atrás. Deseaba tener su atención. Vaya que lo quería.