El desamor de Jim

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«Jim» es una vieja canción cuya música fue compuesta por James PetrilloEdward Ross. Originalmente fue lanzada en el lejano 1941, y a pesar de haber sido interpretada por leyendas del jazz vocal como Billie HolidaySarah Vaughan (además de otras figuras de la época como Dinah Shore o Bob Eberly) es un tema más bien obscuro que no logró mayor trascendencia. Una injusticia, ya que se trata de una melodía de muy buen gusto que logra colorear a cualquier tarde que requiera de un impulso para volverse especial. El mayor atributo, más allá de la interpretación, es el que supone la letra, escrita por Nelson Shawn, un autor perdido en el camino del que no queda mayor referencia. El arte deja pequeños registros de figuras que permanecen en el anonimato. Obras a través de las que siguen sujetados a la vida, pero desde una postura casi invisible, como fantasmas que ofrecen pequeños placeres a generaciones que nunca les prestarán mayor atención. Desde aquí un reconocimiento a todos ellos. Los que vemos y escuchamos, pero de los que no sabemos casi nada y por los que muchas veces no existe una intención de averiguar.

La letra de «Jim» va sobre un caso amargo. El del típico amor no correspondido en el que la mujer se entrega en cuerpo y alma a un hombre que no le retribuye todo ese cariño. Y, a pesar de ello, el amor no se desvanece, por el contrario, aumenta y aumenta, con ese desajuste muy propio del corazón que no entiende a la lógica ni a ningún tipo de argumento. En cuestiones sentimentales todo se rige por el misterio. Nos enamoramos por razones obscuras muy alejadas de lo racional. Fuera de los ejemplos de personas interesadas (como los que se casan con alguien por el dinero) que corresponden a otro plano, el vínculo honesto entre seres humanos se distingue por una serie de circunstancias que, en un vistazo retrospectivo, se antojan confusas, caóticas. No estamos con quien más nos conviene y a veces tampoco estamos ante la mejor de las opciones. Simplemente quedamos a la merced de un flechazo, una herida para la cual ya no existe marcha atrás. Un mar de parejas sufre en lo disfuncional. Pero al final no hay forma de remediarlo. Es así como el engranaje se mueve, con un apego que carece de razones y que se sustenta en una especie de fe mal entendida.

La mejor versión de «Jim», en mi opinión, es la de Ella Fitzgerald, dicho sea con el perdón de la de Sarah Vaughan que incluye el trabajo en trompeta del gran Clifford BrownElla Fitzgerald parece ser las más identificada con la historia detrás de la letra. En su voz se percibe un tono confesional en la que las palabras se suceden con dolor al mismo tiempo que con una dulzura muy propia de esa paradoja romántica a la que me refería en el párrafo anterior. Aun así, aun con toda esa calidez, hay líneas que resultan tristísimas. La mujer ha entregado los mejores días de su vida a un hombre que no ha hecho otra cosa que tirarlos a la basura a base de maltrato e indiferencia. En cierto momento ella lo dice; por mucho que lo intenta no logra que el amor de él acabe por encender. No ocurre nada en absoluto. «Lo único que ha pasado son los años que desperdicié con él».

Sin embargo su amor es genuino. Una parte cerebral le indica que debe dejarlo, y en verdad piensa que lo hará así. No obstante, tarde o temprano siempre termina por continuar. Sus emociones han echado raíces. El peso de la costumbre y las pasiones es demasiado grande como para pensar en echar el vuelo. Ella misma lo reconoce en ese cierre brutal. Un gesto humillante y heroico a la vez.

Sé que algún día Jim se pondrá de pie y me abandonará
pero, créeme, incluso si eso sucede,
Iré tras él con una antorcha para alumbrarlo.

La resignación del amor. A veces no resta otra que entregarse de manera incondicional sin importar la reciprocidad ni los resultados. Un gesto de una sola vía. Solo se busca dar lo mejor a quien se estima, aunque del otro lado solo llegue un eco. Un golpe de frialdad que cala hasta los huesos.

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