Tarde o temprano te meterás en aprietos. Que no te quepa duda alguna. De poco importa que tengas un comportamiento ejemplar. Siempre habrá situaciones que quisieras esquivar y que, sin embargo, atraerás sin remedio.
Sufrirás derrotas. Dolores, pérdidas. Habrá gente que te odiará sin justificación alguna, solo porque has decidido conducirte por la vida con decencia. Te toparás con seres desagradables que te quitarán las ganas de respirar. Personas que te llevarán al fastidio, con las cuales será imposible tener la cabeza en paz.
Incluso caerás en tentaciones. Llegarás a pensar que, con tal de evitar a la gentuza, lo mejor es no salir de casa. Preguntarás por opciones inmobiliarias en otras ciudades y no descartas recluirte en un monasterio con las mayores restricciones posibles.
Pero no temas. No. Hay vías de escape, así que guarda la calma y deja atrás todas esas opciones disparatadas. No tienes que abandonar el país por culpa de la gente que te desgasta. Esos que aparecen en cualquier evento público al que se te ocurra asistir.
Para este punto ya estarás cansado del acoso. De tener que forzar pláticas con quienes preferirías despedirte para siempre. Los que siguen ahí, hablando mal de ti a tus espaldas para luego verte y lanzar sonrisas con elevado porcentaje de hipocresía.
O de esos que tienen la brújula mal ajustada y que creen que los amas cuando en realidad ni te acuerdas de su nombre. Esos mismos que te despiertan el sueño cuando empiezan a contar el octavo capítulo del libro de sus vidas.
Quieres que te dejen en paz, pues. Eres alguien que gusta del silencio, de la falta de compañía. Solo unos cuantos te son bienvenidos.
Para ti, quiero decirte, hay algunas consideraciones. Primero que nada jamás pierdas la clase. No te conviertas en un maleducado que no saluda a los demás. O peor: de los que voltean la cara hacia las montañas cuando pasan junto a un conocido. No. Eso está prohibido. Incluso con los cargantes hay que mantener el estilo.
Lo que sí es que tampoco tienes por qué sacrificar tu gozo personal. Tienes derecho a salir a la calle sin tener que darle tu valioso tiempo a nadie que no te guste o aporte algo. Lo que resta es seguir un pequeño plan para alcanzar el punto intermedio. Ni ser desconsiderado ni darle tu corazón a alguien que no lo merece.
Y conseguirlo es más sencillo de lo que crees. Lo único que tienes que hacer es conversar. Darles por su lado, en definitiva. Porque la insistencia tiene una batería eterna, así que evitarlos es lo peor. Ellos seguirán tras tus pasos. Ni te ilusiones, porque bajo ningún motivo captarán tus indirectas y señales de que no los soportas ni un poco.
Lo que resta es dar un paso adelante: romper el concepto que tienen de ti. Olvídate de ser genial junto a ellos. Compórtate lo peor que puedas para que no quieren regresar a tu lado.
Abúrrelos. Agota su paciencia. Llévalos al letargo. En pocas palabras, provoca en ellos lo que ellos provocan en ti.
De eso se trata. Acurrucarlos cerca del precipicio hasta que caigan dormidos. Con cuidado, con maestría, que cualquier movimiento en falso podría fortalecer la relación. Y eso nadie lo quiere excepto ellos. Así que no des oportunidad.
Olvídate de hablar sobre el clima. Es un recurso tan manido que algunos enfermos ya lo interpretan como un gesto de amabilidad. Si lo haces, ellos son capaces de pensar que te preocupas por las implicaciones que el medio ambiente podría tener sobre su salud. Así de raros funcionan. Si, por ejemplo, les dices que hace mucho frío ellos pensarán que lo dices porque te preocupa que ellos pesquen un resfriado. Los maniáticos irán más allá. Para ellos esa frase es una manera de coquetear. Bajo su perspectiva, decir «hace frío» equivale a «dame un abrazo para calentarme» o «préstame tu chamarra agujerada porque quiero oler tu loción». De modo que toma tus precauciones. Ningún cabo puede quedar suelto.
Habla con ellos sobre temas sin pasión. El diámetro de los tornillos es una buena entrada. La utilidad del cartón corrugado es otra. Considera introducir el talco para los pies. Prueba distintas combinaciones hasta llegar a una que muestre su efectividad.
Otro punto importante es que debes contradecirlos. No de una forma juguetona ni activa (a muchos les excita que les lleves la contraria y lo agarrarán de plataforma para hablar por horas y horas), tienes que burlarte de sus gustos musicales, políticos y religiosos. Ni siquiera los hagas enojar. De lo que se trata es de llevarlos a una colina llamada «esta persona no es para mí, qué pesada es». Di que comer mariscos es para imbéciles, que leer cómics te produce arcadas y que la banda de moda debería ser colgada en una plaza pública. Pon todo tu alma en ello, aunque en el fondo te encanten los camarones y Watchmen. De lo que se trata es de marcar distancia.
Déjalos que hablen. Invítalos a la pista. Que te presuman lo que quieran. Y, cada que completen una frase, di «eso ya me lo contaste». Ahí vas otra vez con lo mismo, diles. ¿A poco es todo lo que tienes?, agrega. Impide que respiren. Llévalos a un rincón en donde expongan todos sus temas, trucos y chistes. Permite que lo intenten. Que fallen de cualquier forma. Deslízate por la acidez y pon gotas de indiferencia. Bosteza cuando te quieran conmover. Mira el reloj cuando rían. Saca tu celular cuando quieran acercarse a ti.
Ten por seguro que la aplicación de estos consejos ayudarán a que ningún indeseable quiera volver a tu área de maniobra. Ni de locos querrán volver a exponerse a semejante humillación. Lo has conseguido. La gloria te espera. Podrás caminar a solas por las calles, ir sin compañía a las galerías de arte, ir a tomar unas copas sin nadie cerca. Y regresarás a casa con el dolor de la ausencia y con ganas de morir.
Salud.
Jajajaja. Buen final.
Todo es terrible, Lou.