Una niña pequeña
se acercó a mí en la plaza
para decir «eres muy guapo»
y luego se fue
y luego regresó.
y yo reí por no tomármelo en serio.
Le pregunté a la niña sobre sus padres
y dijo «estoy con mi hermana»,
la cual se encontraba cerca de ahí
platicando con otra chica,
sin saber lo que hacía la joven de la familia.
«Eres muy guapo», dijo la niña
y soltó risitas de nube.
«Oye», le dije, «las mujeres mayores
tienen mucho que aprender de ti».
Hubo otro niño, hace años ya, que contaba lo mucho que lo hacía reír.
«PARA, PARA: ERES UN GENIO. JO-JO, DEBERÍAS SER COMEDIANTE. JO-JO».
Fue antes de que me volviera un tipo serio.
Son los únicos admiradores que he tenido.
Es por ellos que volteo hacia atrás.
Dos niños capaces de reanimar la flama
de un interior circular.
Gracias a sus palabras pienso en una posibilidad, en una esperanza.
Quizás mi público esté en las próximas generaciones.
En los bebés. En los jovencitos. En los niños.
He de ser paciente en los desiertos
con los golpes, con los silencios, con los suspiros.
Habrá que esperar.
El aprecio nacerá.
Incuba en los pueblos mágicos
donde parejas de novios harán el amor
hasta formar un ejército de bebés
que vendrán a soltar
halagos
besos
abrazos:
«OH, AMIGO, QUÉ BUENO ES TU TRABAJO
DAME MÁS, QUIERO TRES KILOS MÁS».
Los adultos que deambulan por las calles
están ya contaminados.
Se perdieron en algún punto del viaje.
Demasiada televisión, demasiado sol;
imposible para ellos apreciar las ramas
envueltas de piel.
Son un caso perdido por el que ya no me preocupo
hace tiempo que dejé de esperar algo de ellos.
Excepto por los jóvenes aún limpios.
Con ellos guardo esperanza,
por sus ganas de aprender
y porque no temen reír a carcajadas
ni manifestar su sed.
Son ellos por los que sigo,
los que sorprenden con piedras
lanzadas contra la pared.
Me encantó. Es super plástico. Congratulations!!