¿Por qué la gente quiere a George Harrison?

Hay una tribu urbana a la que cada tanto le da por manifestarse: los que tienen a George Harrison por beatle favorito. Su fenómeno es peculiar, ya que admiran a un chico que lanzó menos de treinta canciones mientras el cuarteto estaba en activo. Y así les basta para ponerlo por encima de dos monstruos llamados John Lennon y Paul McCartney. Lo cual no es de extrañar, ya que, como sabemos, The Beatles es más que la música. Se refiere a estados de ánimo, cuestiones de identificación y arraigos personales que se alejan de lo racional.

Y George tiene cierto magnetismo, para qué vamos a negárselo. Es el clásico chico de la escuela que no se junta con nadie y que por lo mismo todos quieren juntarse con él. Frente a la ventilada vida de sus compañeros, la de él todavía es un secreto bien guardado que atrae. Para vislumbrar su interior hay que recurrir al puñado de canciones que dejó y al testimonio de aquellos que pudieron conocerlo. Versiones a veces contrapuestas y que por lo mismo aumentan el espectro de su personalidad.

Porque hablamos de un personaje con tendencia a recurrir a lo espiritual, pero también a un chico terrenal que gustaba de gastar bromas subidas de tono frente a sus compañeros. Alguien que parecía silencioso ante las cámaras, pero que hablaba como perico con aquellos a los que tenía confianza. Un hombre de paz que al mismo tiempo lanzaba ataques verbales a viejos amigos. O alguien que parecía no darle importancia a lo material, siempre y cuando pudiera llevar su filosofía desde una mansión envidiada por muchos magnates.

Un tipo que produce fascinación, desde luego. Lo positivo es que, más allá de cualquier rumor en torno a su figura,  su obra jamás se ve eclipsada. Nada le resta el protagonismo. Un logro no menor si tomamos en cuenta que en las figuras de su nivel a veces la leyenda se come a las creaciones mismas.

Lo que viene a la mente cuando se piensa en George Harrison no es una declaración polémica ni una aventura amorosa. Tampoco un escándalo en particular ni un embrollo legal. Cuando se piensa en él, de inmediato viene a la mente «Something», o alguno de sus trabajos en la guitarra que dieron el toque maestro en las composiciones de The Beatles. Qué decir de All Things Must Pass, que más allá de ser un disco, se trata un golpe en la mesa contra todos los que dudaron de sus capacidades. Un álbum portentoso que puso en perspectiva a un genio que por mucho tiempo fue ignorado.

También salta a la mente «Here Comes the Sun» esa tonada de calidez que viene de perlas en momentos complicados. Una letra que parece venir de un familiar que te dice: «Todo va estar bien, los tiempos complicados se han ido. Mira, ahí está el sol para recordarlo«. O «I Need You» que en su sencillez deja testimonio de cómo son los amores de juventud. Llenos de dulzura y pasión, por mucho que también sean fugaces. O también está «I Want To Tell You» que sintetiza los atributos que se asocian a su persona. La manera en cómo se vuelve tan difícil expresar la marea que ahoga por dentro. Sobre todo si enfrente se encuentra la mujer que la provoca.

George Harrison era un hombre sabio. De modo tal que su legado es un espacio al que se puede recurrir cada que se requiera. Hay que admirar a quienes logran dejar un terreno lleno de flores que puede dar compañía en una cantidad enorme de circunstancias. Si te adentras a su obra, es casi seguro que volverás a ella de la misma forma en que regresas a un parque que te gusta. No es alguien para escuchar por casualidad, sino un refugio; un templo en el que te puedes confesar y liberar con el simple acto de poner una canción.

El repertorio de George Harrison es un gran testamento popular. A quien se sienta decaído por estar en soledad, habría que darle una dosis de «Love Comes To Everyone» que ofrecerá cierto consuelo. No hay que rendirse. Si uno se mantiene activo y con la cabeza en alto, el amor llegará. No necesariamente en forma de una pareja, pero sí en otras manifestaciones. Ya sea una amistad, la familia o en la valoración que debemos hacer de nosotros mismos.

Y si tú eres una chica que lleva tiempo sin recibir un solo halago, un solo piropo: no te preocupes. George es tu hombre. Deja que te cante al oído «Beautiful Girl», «My Dark Sweet Lady» y «Can’t Stop Thinking About You», en ese orden. Olvídate de todos los idiotas que parecen no darse cuenta de tu existencia. Ahí tienes a un caballero inglés, ni más ni menos que un beatle, que lanzará para ti palabras llenas de encanto.

Después de todo lo que tenemos es a un romántico empedernido. Por eso que no quepa duda, dedicar una canción de George Harrison es una de las mayores demostraciones de cariño con las que uno puede toparse. No hay que tomarlo a la ligera. Hay que usar su catálogo con responsabilidad. No soltarlo así como así con cualquiera, solo con seres especiales. No olvidemos que a él le corresponden los públicos reducidos. Un club secreto de admiradores capaces de percibir la importancia de su figura. Lo que otros no ven. Aquello que hay en él y que no encuentras en ningún otro lado.

Que los otros vayan y pongan la enésima variación de Lennon & McCartney. Cuando quieras dar un toque de distinción, recurre al más jovencito del conjunto: aquel guitarrista de dientes chuecos. El de las dificultades técnicas. El que era tímido. Al que le faltaba un poco de confianza en sí mismo. Ese al que le temblaba la voz al cantar luego de muchos silencios. El que venía desde lo más bajo. El que tenía que esforzarse el doble que los demás. Ese que, a pesar de las limitaciones, quizás sea el más parecido a ti mismo.

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