Demostraciones de cariño en los tímidos

A lo mejor tú no conoces a muchos tímidos. No es culpa tuya. A ellos les gusta pasar desapercibidos. Les cuesta relacionarse con otras personas. Están lejos de las fiestas y de los bares. Ahora mismo se encuentran en su habitación, en compañía de la música y de un puñado de libros. Son sus amantes. Les cuesta menos estar con ellos que con seres que podrían juzgarlos. La sensibilidad de sus almas les obliga a tomar cuidados extremos.

A quienes son tímidos se les dificulta expresarse. Por dentro se les funde las emociones, pero por fuera pareciera que nada les pasa. Son un carnaval contenido. Dejan para sí mismos lo que bien podría dar para cientos de ensayos. Abrirse a los demás les despierta desconfianza. No vaya a ser que sus sentimientos no sean recibidos positivamente en el exterior. Eso les dolería bastante ya que le tienen una gran estima a lo propio. Temen que cualquiera de sus partículas pueda acabar herida.

Se tratan de criaturas con una alta receptividad a los estímulos externos. Lo que en otros pasa desapercibido, en ellos se convierte en un factor crucial. Si alguien no responde con un de nada a sus gracias, ten por seguro que se derrumbarán por completo. Por mínimo que parezca. Por exagerada que sea la reacción. Los tímidos están muy al pendiente. Son rigurosos con lo que les rodea. Quieren anticipar lo que podría salirse de control, y con ello acaban en medio de un caos personal.

Para ellos la existencia es un sufrimiento perpetuo. Lo que que se refiere a lo social les despierta una incomodidad que no los deja en paz. Andan a gatas en la orilla de un final al que prefieren evitar. Así en él se encuentre la plenitud o lo que siempre han deseado. Prefieren abstenerse. Son los típicos que podrán morirse de hambre antes que tomar una rebanda de pizza que no les corresponde. Se quedan con lo suyo, una filosofía de vida a la que con el tiempo se han atado y de la cual son rehenes también.

En su caso, la llegada de una oportunidad se vuelve una frustración. Porque, aunque pudieran, saben que no la van a tomar. Llevan un montón de anclas en la mente que los frenan. Ante sus ojos pasan las peores imágenes. Las más desgraciadas posibilidades. Piensan en lo feo, en lo que podría salir mal. Y todas esas variables son las que impiden que se muevan un solo centímetro. Si hay una mínima probabilidad de que algo salga mal, ellos se abstendrán de dar el paso adelante, sin importar que tengan casi todo a favor.

La suya, en definitiva, es una travesía a contracorriente. Un camino lleno de dificultades.

Por eso, si tienes corazón, procura darle un empujón a los tímidos. Ayúdales. Lo necesitan, aunque nunca se atreverían a reconocerlo. Más en los tiempos que corren, ya que, con el paso de los años, se ha perdido la costumbre de tener consideración por los desfavorecidos. Al contrario. Se les atiza, se les denigra. O, en el peor de los casos, se les ignora.

Convendría iniciar una nueva era de la cortesía. Tener interés permanente por los otros. Preguntarles cómo están. Y prestarles atención. Ver la manera en que se les podría auxiliar en un pequeño sentido.

Además, primero hay que derrumbar el mito de que los tímidos son cero expresivos. Algunos creen que son personas que no aportan casi nada. Que están dentro de una burbuja de la que es imposible extraer petróleo. Se piensa, incluso, que a diferencia de los extrovertidos, no pueden ofrecer estímulos como el de un abrazo, un piropo o simples ayudas, como dar indicaciones para encontrar una sastrería.

Lo que pasa es que en los tímidos las manifestaciones tienden a ser sutiles. Como no les gusta arriesgar, expresan de forma mínima el manantial que llevan por dentro. Un tímido puede sentir  un amor de dos toneladas sin que por fuera apenas se note. Le puedes caer muy bien a uno de ellos sin importar que toda sus actitudes den a entender que les das igual.

Pero fíjate, fíjate en los detalles. Los tímidos tiran bastante señales de que les interesas o de que se preocupan por ti.

Así que recolecta esas pequeñas pistas para que armes tus propias conclusiones. Y antes de determinar que hay una falta de aprecio, ponte a pensar en esas veces.

La vez que el sujeto en cuestión subió la ventana del auto después de que te escuchara toser. Sin que se lo pidieras, sin que él dijera nada más.

La vez que dejó abierta una puerta pesadísima  porque tú venías atrás.

La vez que prendió la luz de la habitación cuando tú leías una revista y empezaba a obscurecer.

La vez que sonrió al comer los waffles que te quedaron quemados.

La vez que dejó en el refrigerador un litro extra de jugo de naranja por si alguien lo quisiera tomar.

La vez que respondió que no cuando le preguntaste si le aburría ver un programa de manualidades contigo.

La vez que se rió de un chiste tuyo que era malísimo.

La vez que te acompañó a ver una película que  ya había visto.

La vez que fingió no darse cuenta de que te habías tropezado de forma ridícula.

La vez que bajó el volumen de su canción favorita para poder escuchar tu voz.

Así se las gastan ellos. En delicadezas que muchos podría pasar de largo. Minucias donde van expresadas toda sus intenciones. Todo su amor. Todo su cariño. Puede que se trate de tu hermano, tu pareja, un amigo. Si te sensibilizas, empezarás a notar lo que parecía inexistente. Las demostraciones de interés, el compromiso con lo establecido.

Cada quien se maneja a su propio ritmo. Habrá quienes sean directos y está muy bien. Se les agradece. Hay otros que, sin embargo, echan mano de la delicadeza. Hacen un trabajo milimétrico que también tiene su encanto. Con el añadido de que invitan al descubrimiento. A poner atención a cada uno de los trazos. Sus movimientos están lejos de ser bruscos y vulgares; para localizar lo que intentan decir se ha de tener los sentidos afinados. Ser conocedores de otro tipo de naturalezas. Poder captar cada aroma, cada sabor y cada textura que se esconde detrás de lo sencillo.

tímido

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