Under Your Spell

1983. El atardecer en Miami. La luna espera a lo lejos. El sonido del mar pelea con la música que sale de la discoteca. La fila, las luces neón. Un cubano con sombrero de pluma. Una rubia de vestido rojo que no volveremos a ver. El cadenero que no deja pasar. La fila enorme. Has salido con tu mejor ropa y ni así es suficiente. La ansiedad aumenta cuando notas la voz femenina que proviene del centro nocturno al que aspiras. La música del futuro. Suena a 2009 en 1983. O a 1983 en 2009. Ya no sabes. No debiste tomar la bebida que te dio tu amigo. ¿En dónde está ahora? Te dijo que volvería en un segundo. Espera, tú no tienes amigos. No tiene a nadie contigo. Por eso no te dejan entrar. Tienes cinco dólares en el bolsillo. Insuficiente para un mísero trago. Quieres entrar porque anhelas formar parte de la diversión. Ser uno de ellos. Sentir el sudor. Que alguien de ahí dentro te la compre, que piense que eres un actor famoso. Y bailar. O quedarte en una esquina en donde puedas mirar a las personas más vivas de la ciudad. La canción de adentro continúa: I don’t eat, I don’t sleep, I do nothing but think of you. Te derrites. Sientes que te lo dice a ti. Ya casi es de noche. Casi. A lo mejor estás en un sueño. No sabes. Volteas a la calle. Una palmera se mueve. Llega un auto. Un rubio de chaqueta plateada sale de él. Trae puestos unos guantes. El motor no deja de sonar. Pero el deseo es más fuerte. You keep me under your spell , escuchas. Sabes que esto terminará en un minuto.

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