1. Son fáciles de leer
Que nadie se engañe. El ciudadano promedió prefiere leer lo menos posible. Lo evitan a toda cosa. Pregúntenle a los libros que tanto lo padecen. Son horas bajas para ellos. Andan tirados en las calles, abiertos de hojas y ni así alguien se les acerca a echarles un vistazo. Porque a la gente no gusta de leer. Tanto es así, que acceden a ver películas dobladas al español porque el exceso de subtítulos los abruma. No hablemos ya de que le den oportunidad a una novela picaresca, el solo hecho de tener que ensamblar sílabas con la mente les produce un enorme soponcio. Es por ello que las listas de cosas son de su agrado. Se tratan de textos de rápida absorción ya que no tienen que leer las descripciones. Les basta con poner atención a cada uno de los títulos principales. Por lo mismo, sé que casi nadie ha leído hasta acá, por lo que procedo a decir una tontería con la libertad que otorga la privacidad: los jueves de maguey salen orugas café, ay mamá.
2. Por cuestiones de orden
Si vas a un hotel y te asignan una habitación en la que todo está tirado en el suelo ( las toallas, la televisión, las persianas, las sábanas y hasta el espejo del baño) , lo normal es protestar. Pedir un sitio nuevo y aprovechar el alboroto para robar una bolsa de cacahuates japoneses del mini-bar.
El orden es un fetiche de la sociedad, aplicado a diversos órdenes de la vida. Se trata de una cuestión que se arraiga desde la escuela y que convierte a cada persona en un maniático en potencia. Lo mismo aplica en las publicaciones de internet. Ver que los aspectos más importantes de un discurso están repartidos en medio de una maraña de párrafos desanima a cualquiera. Los escritores son seres atroces que pretenden que leamos obras de más de mil palabras para poder rescatar apenas alguna línea que valga la pena . Una barbaridad. Es ahí donde las listas ganan enteros: son productos divididos en pequeños apartados en cuya estructura es fácil identificar aquello que es de verdadero interés.
3. Permiten conocer mucho en poco tiempo
Ya entrada la adultez, nos encanta aparentar que somos unos enterados en una gran cantidad de materias. Que sabemos de gastronomía, de arte y que hasta tenemos nociones básicas de topografía. Ningún conocimiento se nos escapa. O al menos eso se trata de fingir. Y así nos va en este mundo que se cae a pedazos. Qué le vamos a hacer. El caso es que no siempre somos tan estúpidos. Cuando se es más joven, hay una mayor disposición al aprendizaje. Y es ahí en donde las listas se presentan como un estupendo material didáctico. Si, por ejemplo, no se tiene ni idea de música, el recurrir a una lista de «los 100 mejores álbumes del rock británico» se convierte en un menú para atesorar. Una semilla de la que brotan horas y horas de sesiones con los audífonos. Con ese tipo de guías, se encadena una travesía que con cada paso aumenta el acervo cultural.
4. Ahorran dinero
Ir de compras te puede dejar en la quiebra si no tomas algunas precauciones. Los grandes almacenes están llenos de tentaciones a las que es fácil sucumbir. Quién podría decirle que no a una nueva cafetera o a un helado de macadamia. Pocos. La carnada está ahí para que los clientes se dejen llevar por artículos que ni siquiera necesitan tanto. La disposición de los pasillos y mercancía está planeada de tal forma que sea más fácil caer en la trampa. La prueba está en que las tiendas ponen los chocolates cerca de las cajas para que, en lo que se espera el turno, se vuelva inevitable meter algunos en el carrito. Lo mismo con la ropa. Los muy desgraciados exhiben prendas bonitas para obligar a uno a gastar los ahorros destinados a pagar el recibo del gas. Es imposible poner resistencia si se está desprevenido. La mano es floja para tomar productos disponibles. Siempre se quiere más. Por desgracia está el factor monetario. El dinero es limitado incluso para los millonarios y por ello hay que cuidarse. Lo que fue ganado con el sudor de la frente (no necesariamente la tuya) merece ser defendido al máximo. No da eso de desperdiciarlo por el capricho en turno, si bien es cierto que pocos placeres pueden compararse al de comprar por comprar. Como sea, aquí es donde las listas hacen su aparición. Hacer una que contenga lo que se necesita es de mucha ayuda para evitar caer en las redes del consumismo. Basta usar un papel y una pluma para apuntar aquello que sea esencial. Hacerlo desde casa, con la frialdad que permite el estar alejado de vitrinas y luces llamativas. Ya una vez en un supermercado, es complicado evitar ser llevado por la corriente. Hay que hacerlo antes, por tanto. Cuando la mente esté en funciones todavía. Y lo que es importante, apegarse de forma estricta al plan original. Un reto grande, porque siempre será más divertido comprar una máquina para hacer palomitas que el kilo de lechuga que hace falta para la ensalada de mañana.
5. Son atractivas
Eso. Las listas son atractivas. Las mujeres inteligentes, quiero decir. Tienen una valoración alta en los entornos sociales. Es verdad que hay muchas tontas que por estar bonitas consiguen llegar bastante lejos, lo cual parecerá una injusticia para una chica que se ha matado 8 años en una carrera universitaria. Pero no se puede desestimar lo importante que son unas piernas bonitas en el camino hacia el éxito. De cualquier forma, ser lista es una ventaja que no cualquiera posee, por lo que, administrada con cuidado, puede significar la llegada a niveles que la mayoría jamás podrán conocer. Ni siquiera las modelos. El intelecto es lo que cuenta a la hora de ganar un Premio Nobel o hacer un invento que produzca millones de dólares. Y no solo eso, la inteligencia es atractiva. Rodearse de seres pensantes estimula el interior. Por eso tener a una lista a lado es tan cotizado. Si alguna de ustedes lo es, no duden utilizar su poder. Nada más no se pasen. Ni sean pedantes. Eso no es agradable en nadie. Salvo en Liam Gallagher. Y ustedes no son Liam Gallagher.
Las invito a no desanimarse si han fracasado hasta ahora. Su brillantez traerá resultados tarde o temprano. Si alguien a quien desean no les hace caso, tranquilas. Elaboren un plan que consiga que se enamoren de ustedes. Pueden lograrlo. Tienen la cabeza de un genio. Usen la ciencia si es necesario. Diseñen una máquina para seducir. Seguro que pueden. No me digan que no.