Los fanáticos light

Hoy voy a hablarles de una asociación que produce fastidios. La he denominado fanáticos light. Lo más probable es que conozcan a alguien de ese grupo, ya que su alcance es de nivel internacional. De hecho, representan a una mayoría de la población.

Antes de proceder a describirlos, se les ha de reconocer que son inofensivos. Quizás varios miembros de tu familia sean parte de ellos o que tú mismo lo seas en alguna de sus vertientes.

Porque lo primero que hay que apuntar, es que esta tribu encuentra representantes en casi cualquier ramo del arte, del entretenimiento y del conocimiento. Más que por dirigirse a un objeto definido, a los fanáticos light se les distingue por una actitud ante la vida. Una postura más preocupada por la apariencia que por la autenticidad.

¿De qué hablamos aquí? Bien, lo que sigue es definir a esta especie tan en boga en la actualidad. Los fanáticos light son aquellas personas que se dicen apasionadas de algo a lo que únicamente se dedican con superficialidad.

Aplica al deporte, a la música, al cine, a la literatura, a la televisión… a lo que se te ocurra. Son aquellos que, por ejemplo, proclaman ser amantes de la lectura cuando en realidad, a lo mucho leen un libro al mes. Son los que citan frases de El Padrino sin haber visto siquiera la segunda parte. Los que se toman una foto a lado de un cuadro que no saben quién pintó.

Y están en su derecho de hacerlo. En el fondo no tiene nada de malo. Pero a ti, que eres un aficionado de peso completo, te abruma su actitud. Que se proclamen seguidores del Liverpool sin que vean uno solo de los partidos (excepto los clásicos) cuando tú, cada fin de semana, te despiertas temprano para mendigar un stream que permita ver el juego, sin importar que el cuerpo demande más horas de sueño. A los hinchas no se les distingue cuando aparecen en los partidos estelares. Son los que ven los enfrentamientos de pretemporada contra conjuntos de segunda división.

Te duele, porque su relación con lo admirado carece de la entrega que a ti te sale por los poros. Son los clásicos que se hacen pasar por fanáticos de Bruce Springsteen porque les gusta «Dancing in the Dark» mientras tú guardas en silencio tu devoción. Tú, que te sabes el nombre de todos los  que han pasado por la E Street Band; tú, que guardas en el disco duro catorce versiones alternas de «Restless Nights», pese a que nadie lo sepa; aunque el fanático light sea considerado por las multitudes como un mayor conocedor por declamar a los cuatro vientos «Born in the U.S.A. es de lo mejor de los ochenta».

Ellos no saben de la verdadera locura. De ser un admirador con todas las letras. Que si osas llamarte fan de Oasis no basta con saberse la letra de «Wonderwall» y «Dón’t look Back in Anger». Eso no es nada. Va más allá de coleccionar todos los lados b. Los grandes héroes son los que bajaron los bootlegs de todos lo conciertos de la última gira (la de Dig Out Your Soul) sin importar que el setlist no variara en casi ninguna de las presentaciones. La satisfacción de poder escuchar algún carraspeo de Liam Gallagher o una ligera variación en un solo de guitarra era suficiente recompensa.

Sería injusto pedirle a la gente una devoción de proporciones bíblicas. Es normal que las cosas puedan gustar sin que eso conlleve volverse un especialista en el tema. Incluso los expertos tienen conocimientos limitados en determinados aspectos. Es imposible saberlo todo acerca de cualquier asunto. Lo que se pide es un mínimo decoro. Si uno se ha de autodenominar como un entusiasta de las hamburguesas, al menos hay que tener la decencia de saber que se trata de un alimento que lleva pan con carne por dentro.

En estas cuestiones los fanáticos light ven elementos decorativos. Para ellos irle a un equipo o escuchar a determinado cantante es un tipo de accesorio para lucir, cual si fueran collares. Se compran jerseys para pasar por hinchas de futbol aunque no  se sepan el nombre del portero que los representa. Se ponen de avatar a un poeta al que conocen gracias a un anuncio publicitario. Y deambulan así para forjarse de una personalidad de forma sencilla, sin los trámites engorrosos que supone leer biografías e invertir días enteros en adentrarse en aquello a lo cual, se supone, veneran.

De este modo, si ven en películas independientes que escuchar a de The Smiths es cool, de inmediato consiguen algún recopilatorio y aprenden a escribir Morrissey en vez de Morrisey y boom, de inmediato pasan a ser fans. De toda la vida, eh. No vayas a creer que son unos advenedizos. Eso sí, ni se te ocurra preguntarles en qué portada de la banda sale la mano de James Dean. Se quedarán mudos.

Lo interesante de esta especie, es que llevan lo suyo hasta las últimas consecuencias. Gastan dinero en viajes y en boletos para conciertos en donde solo reconocerán los hits. Y tiran curiosidades  en medio de conversaciones para aparentar ser unos enterados, cuando lo cierto es que lo que han dicho lo sabe cualquier principiante que se haya leído el artículo de Wikipedia.

Lo positivo para ellos es que la actualidad es su época dorada. En las redes sociales de internet encuentran un  campo ideal para dar rienda suelta a su naturaleza. Atiborran Twitter y Facebook de contenido-pantalla. Videos, frases, imágenes y demás que mantengan su estatus social. Se unen a grupos, le dan «me gusta»  a perfiles oficiales, ventilan sus últimas compras: hacen explícito lo que no podrían dar a conocer de otra forma. Son los que, en vez de meter alguna referencia obscura en medio de un texto, optan por el camino simple de enunciar «AMO a Bob Dylanlike a roilling sotne tum tuym tum…».

Si bien he dicho que los fanáticos light son inofensivos, hay vertientes extremistas que pueden llegar ser peligrosas. Esto sucede cuando dejan de enfocarse a cuestiones de gustos personales para pasar  a otros derroteros de la apariencia,  hasta terminar en la charlatanería. Es ahí cuando en verdad se padece. Son tipos que dicen poder arreglar tu refrigerador sin estar capacitados para ello. Lo hacen con tal de obtener el trabajo, sí, pero también por dar la impresión de que ellos pueden, que cualquier tarea les queda pequeña. Los resultados, claro, son nefastos. Así que hay que tener cuidado cuando le delegas un encargo importante a un improvisado, por muy amigo tuyo que sea.

Ni hablar de los sabelotodos que hasta anuncian poder curar enfermedades con métodos alternativos. Sí, saben cómo hacerlo. Dicen. Al diablo con la medicina. Al diablo con la ciencia.  Ellos dicen ser unos expertos. Unos incomprendidos que traerán la salvación a los mortales. Y hacen un negocio bárbaro a partir de la idea. Porque mucho se las compran. Siempre habrá alguien que caiga. eso hay que tenerlo claro. Por más tonto que sea el engaño, aparecerá al menos un incauto que confiará en él.

Y está el otro bando. Los quejicas. Los que creen que solo unos cuantos iluminados tienen derecho a definirse como fans. Se ponen en un pedestal, los muy pretenciosos. Estos son los peores. Aléjense de ellos en cuanto puedan antes de que los adoctrinen. Harán lo que esté en sus manos para lograrlo. Incluso hacerles leer ridiculeces. Ignoren lo que digan. Es por su bien.

vanessa

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