La existencia se amarga cuando, en una mañana cualquiera, alguien anuncia esta frase:
«El dinero no crece en los árboles».
Da igual que pase a los seis o a los veinte años. El efecto es lapidario: los planes a futuro se vienen abajo. Los bebés nacen con la ilusión de que bastará con sembrar un abedul para poder sostener la economía familiar para siempre. En las primeras etapas nadie avisa que hay que trabajar. Así que al ver a los adultos pagar con billetes verdes, es normal asumir que, como el papel, esos rectángulos con dibujos de los héroes patrios provienen de los árboles.
El panorama parece fabuloso en ese momento. Bastará con plantar un arbolito en el jardín para ganar dinero. Así de fácil. La vida es maravillosa, tanto es así que en las películas se tiene que dramatizar para que los humanos conozcamos sentimientos lejanos como el de la tristeza.
Así hasta que un día resulta que no. El dinero no crecerá en el patio por mucho que se recurra a la jardinería. Al parecer hay que trabajar duro para ganarlo, lo cual desde el comienzo ya se convierte en una pesadilla. Es entonces cuando nacen las primeras canas y cuando se envejecen varios años de golpe.
Es verdad que lo material no lo es todo. Hay cuestiones mucho más importantes que no viene a cuento mencionar para hacerse el espiritual. Pero tener una estabilidad económica quita preocupaciones, da comodidad, abre las puertas.
Por eso, cuando se tiene, al dinero hay que cuidarlo. El capital se ha de administrar con sabiduría para que dé el mayor rendimiento posible. Se tiene para gastarse, pero bajo un pensamiento estratégico que permita que cada centavo sea rentable.
Es cierto que tenemos derecho a darnos los gustos que deseemos. Nomás que siempre y cuando estén dentro de nuestras posibilidades. Hay que mantener el temple para no derrochar ni adquirir deudas que se conviertan en una carga prolongada.
Por mucho que los Ferrari sean bonitos, no da para que sacar uno a crédito. La economía familiar se vería comprometida, y es probable que el capricho termine por obligar a vender la casa y quizás a subastar el jarrón chino de la abuela.
Tener control sobre uno mismo es vital, en definitiva. Si es imposible tener un Enzo, toca conformarse con un medio de transporte que esté a nuestro alcance. La ciencia aún no permite hacer un trueque de cuerpo con Fernando Alonso, por lo que hay que buscarle. Hay opciones accesibles que pueden cubrir las funciones del automóvil, como lo es un patín del diablo con el que se puede llegar al trabajo, amén de también ser utilizable en carreritas con los chicos de la colonia.
Y sobre todo, hay que ahorrar, una actividad complicada cuando el gastar se percibe más placentero. Está claro que entre guardar monedas en una alcancía o gastarlas en comprar una paleta helada, la segunda opción se antoja mucho mejor.
Sin embargo, hay que tener en mente que las rachas difíciles llegan sin excepción, por lo que hay que estar preparado para cuando arriben. Un pago imprevisto puede aparecer en cualquier momento, y cuando lo haga, será preferible tener billetes bajo el colchón que no tenerlos.
Así que con el fin de ayudar a mis lectores, he decidido inaugurar una nueva sección en este blog. Se tratará de una serie de consejos para ahorrar dinero. Los tips llegarán uno a uno, sin una periodicidad en concreto. Puede que aparezcan con una semana de diferencia, un mes o veinte minutos. Ya se verá.
De lo que se trata es de ayudar al prójimo, de mejorar sus finanzas con la ayuda de consejos prácticos que serán sencillos de implementar en el día a día. Se tratan de medidas al alcance de cualquiera, por lo que no habrá problemas para que las adopten.
La primera de estas lecciones trata sobre el uso de lociones y perfumes.
El consejo es: no las compren.
Tranquilos. Ahorrar a través de abstenerse a gastar parecerá una obviedad, pero el consejo está encaminado a mostrarles cómo es que no es necesario gastar en lociones.
Ojo. Oler bien es importantísimo, hay que aclarar. Se trata de una distinción que puede resultar clave para tener éxito en lo social. Una persona que deleita el olfato genera una atracción inmediata que puede compensar deficiencias en otros aspectos. Mientras el olor corporal sea agraciado, uno se puede dar el lujo de tener dientes chuecos: con el aroma se tendrá para que alguna que otra persona caiga rendida.
Así que una puntualización: no comprar perfume no significa que usted dejará de usar perfume. Al contrario, lo usará con la frecuencia que usted desee, con la salvedad de que lo hará de a gratis.
¿Y cómo lo hará, usted se preguntará? Pues muy fácil. Con visitas constantes a las tiendas departamentales.
Tal cual. Sin rodeos, sin engaños.
Sencillo. Cada que usted quiera impregnarse de una fragancia, tendrá que ir la sección de perfumería de uno de esos almacenes. Bastará que merodee por ahí para que las promotoras que trabajan ahí se le acerquen para que pruebe el olor de sus productos. Lo único que sigue será dejarse llevar por su amabilidad. Que le pongan un poco en el reverso de cada una de las muñecas será suficiente para que usted pueda ir a una fiesta e impresionar a sus amigos con lo último de Hugo Boss, Hermès, Christian Dior o cualquiera que sea la compañía de su preferencia. Y lo mejor: sin tener que pagar un solo centavo.
Habrá ocasiones especiales en las que usted querrá perfumarse el cuello o el pecho. Tal vez cuando tenga una cita romántica. Para dados casos el que le atomicen las muñecas quedará corto. Será necesaria una mayor profundidad. Ahí toca recurrir a las botellas que tienen de muestra, los famosos probadores que ponen sobre las vitrinas como carnada para que los clientes caigan.
Usted no es un cliente, porque no comprará nada, pero tendrá que fingir que sí lo es.
Tome sus precauciones, porque apenas transcurrirá una milésima segundo a partir de que usted tome una botella para que una empleada surja de la nada para ver a qué incauto ha pescado. Tenga cuidado, porque están entrenadas para convencer a cualquiera. Para, con sutileza, encarrilarlo a una compra que es innecesaria, como hemos señalado.
Será cuestión de que mantenga la cabeza fría. Siga la corriente de palabras. Ponga atención las descripciones que le den. Asienta con la cabeza al escuchar los ofrecimientos y las promociones. Finja que ha sido convencido cuando le mencionen que de regalo se puede llevar una maletita. Si lo hace con maestría, incluso en ese momento puede aprovechar para que le rocíen otra porción de la fragancia.
Y aquí es cuando llega el punto crucial, que es el de librarse de la situación. Recuerde que tiene que salir, sería una locura quedarse ahí para siempre. Es probable que usted ni siquiera lleve dinero para comprar (es recomendable dejar la cartera en casa para evitar tentaciones), por lo que tocará eludir la transacción. Hágalo con delicadeza para no herir el corazón de la promotora. Ellas suelen ser vengativas y podrían difundir leyendas negras en torno a usted que podrían arruinar futuras expediciones. Elija un buen pretexto para huir.
A continuación una lista de 11 excusas aptas para esquivar a una vendedora de perfumes.
- Sí, mire… quiero algo para un regalo. Deje veo otras opciones, pero yo creo que en un rato regreso por él.
- Estoy buscando a mi esposa, anda perdida. Deje que la encuentre y vuelvo con ella para ver cuál nos llevamos. Sirve que le muestra la crema hidratante que me dijo.
- Voy al departamento de crédito para pagar la tarjeta y ahoritita vuelvo. Vaya empacando el maletín, si me hace el favor.
- ¿La promoción va a estar hasta el domingo? Yo creo vuelvo el fin de semana con más calma, que veo ya van a cerrar.
- Todavía no me decido si esa o aquella. Déjeme ver y yo le aviso.
- Mañana vengo con mi amigo, fue él el que me la recomendó, pero no estoy seguro si era la del frasco anaranjado.
- Me gusta como huele, lo malo es que como que me dio comezón. ¿Sabe qué ingredientes trae? A lo mejor soy alérgico.
- Mi familia me espera en el restaurante. Deje voy con ellos a comer. Cuando termine regreso con usted.
- ¿Sabe qué? Sí me gustó. Es una lástima que no venga en presentación de un litro. Qué le vamos a hacer.
- Me ha convencido. Vamos a la caja… espere, espere. Creo que dejé la billetera olvidada en el auto.
- Vaya a la bodega a buscar esa que le dije, yo aquí la espero. No se apure.
Y listo. Pruebe con las alternativas que le aconsejo hasta que perfeccione la maniobra. Una vez que haya terminado, podrá salir del centro comercial con rumbo al destino que tenía planteado en un inicio. Al principio podría resultar engorroso ejecutar una operación semejante. Es cuestión de acostumbrarse. La recompensa la verá al final del año, cuando en la caja fuerte pueda guardar unos cientos de pesos extra a los que tenía contemplados en el presupuesto de partida.
***
La primera entrega ha llegado a su fin. Deseo de corazón que sea de utilidad para alguno de los navegantes de este espacio. He querido comenzar así porque en el exterior hacen falta olores bonitos. Sean hombres o mujeres, hagan el favor de cautivar narices. Por ustedes mismos y por los demás. En especial por mí, que un día podríamos toparnos por ahí. Y más les vale que no vayan de apestosos.
Hasta la próxima.
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