Un comentario recurrente entre quienes no conocen su carrera, va dirigido a cómo es que Morrissey puede dedicarse a la música y ser co-compositor de canciones si es que no sabe tocar ni un instrumento. Y sí, Morrissey no sabe tocar ni la flauta Yamaha con la que muchos niños de primaria aprenden a interpretar «El himno de la alegría». Pero lo que él logra con su voz puede considerarse como una aportación instrumental tan o más importante que la guitarra. Escuchen este tema de The Smiths, por ejemplo. Se llama «Unloveable». Si se fijan el trabajo de Johnny Marr con su instrumento es bastante discreto (aunque igual encantador), repite un patrón sencillo con ligeras variables cada tanto. Lo que hace que la obra despegue es precisamente la forma cadenciosa con la que Morrissey canta esa preciosa letra sobre el anhelo de un romance imposible. El efecto es hipnótico con esos pequeños detalles que logra sacar de la garganta y el corazón. Este solo es uno de los ejemplos de por qué Moz se vuelve el protagonista de una discografía impecable, aunque uno pudiera llegar a pensar que sus músicos deberían tener un crédito a la par. Lo cierto es que la marca de los genios se nota aun cuando no necesiten esforzarse como los obreros.
Mención aparte merecen dos líneas brillantes de las que podrían salir películas enteras:
«I wear Black on the outside ‘cause black is how I feel on the inside…»
«But I know that you would like me if only you could see me…»
Da tristeza pensar que jamás habrá otra banda así. Es de agradecer lo que dejaron.