Cómo es que existen los flamingos

Hay cuestiones que hacen enigmático al planeta Tierra. Un lugar lleno de misterios que desorientan, por mucho que se recurra a las brújulas. La ciencia tiene explicaciones para algunos de ellos, sin embargo para el ser común y corriente permanecen como aspectos de lo más inquietantes.  La ignorancia aleja de la certeza y acerca al desconcierto.

Alguna vez, un viejo amigo me dijo: «No entiendo cómo es que funcionan los aviones. Me lo han explicado decenas de veces. Mi madre, profesores, amigos, libros… todos lo han intentado, hasta un físico-matemático que conozco. Pero nada, no importa. Por más que me den razones yo no puedo concebir que un objeto tan pesado pueda flotar en el aire«.

Lo mismo me pasa a mí con otros ejemplos. Internet es uno de ellos. La humanidad se las arregló para pasar de inventos sencillos como  la rueda,  a conseguir logros descabellados, como que se puedan descargar películas a una computadora en menos de 15 minutos.  ¿Cómo es eso posible? ¿Lo que hace internet es cortar los archivos en diminutas partículas que pueden viajar por el aire? ¿Son pedazos tan pequeños que resulta imperceptibles para el ojo humano? ¿Las películas entran como polvo a través de las bocinas de nuestros equipos? No lo sé. Demasiado raro.  Quizás intervenga la magia. Teletransportación, yo qué sé. Que alguien lo explique.

Parecido a lo de la música o los teléfonos. Agradezco que los discos han quedado en desuso, porque despertaban en mí una angustia tremenda debido a que jamás comprendí su funcionamiento.

Vean a los cedés. Son todos iguales. ¿Entonces porque suenan diferentes unos de otros? Uno esperaría que un cd de Pixies tuviera un chango cincelado en el lado que ha de ser leído por el equipo de audio. De este modo el láser se encargaría de interpretar lo que las orejas y cola del simio ordenaran a través de pequeños grabados y siluetas. Un sistema parecido al de las cajas musicales solo que sin la bailarina de adentro.

Los teléfonos son todavía peores. Hasta parece que se trata de brujería. A ver, pónganse a pensar. Las llamadas se producen entre personas que están a kilómetros de distancia. ¿Cómo es que esos aparatejos hacen que la voz de uno viaje por todo ese espacio sin que nadie pueda escucharla en el camino? Mariana puede contarle a su amiga Claudia  que está harta de comer  las calabacitas de la abuela  sin que nadie, excepto ellas, se entere. Alguna vez intenté atar cabos. Mi teoría era que los agujeros del teléfono expelían ondas de audio cifradas con un código secreto que solo el número del destinatario podía interpretar. Sepan que es la primera vez que comparto esta idea. Durante años la guardé para mí, por el temor a que el descubrimiento me trajera problemas o burlas generalizadas.

Dicho esto, creo que el mayor misterio de nuestro sistema es la existencia de los flamingos. Esas aves rosadas que andan sueltas sin dar ninguna explicación por su extravagancia. Mal hacen las sociedades protectoras de animales en darles inmunidad diplomática. Se ha sido en exceso permisivos con ellos. Ya era para que desde hace años las fuerzas armadas capturaran a uno de sus ejemplares para hacerle un interrogatorio. Sin agredir, desde luego, que tampoco se trata de recurrir a la violencia. Ni que fuéramos bestias. Bastaría meter a un flamingo a una sala de juntas y tirarle una pregunta:

—Oiga, ¿ustedes de dónde vienen o qué?

Y esperar a que llegue la confesión. Es probable que el animal revele que vienen de otra dimensión, de otra galaxia tal vez. Lo que procederá entonces será negociar su abandono definitivo de la Tierra. Hay que ser estrictos. Los recursos naturales se acaban, no dan para que los tengamos que compartir con extraños.

Nadie debería sorprenderse si esa fuera la explicación de su origen.  Fuera de ello no se me ocurre otra versión que pudiera ser convincente. Basta ver sus características físicas para caer en cuenta que son ajenas a lo que compone al resto de las especies que conformamos al planeta.

De entrada, como ya sabrán, está el tema de su color. Rosa. Un tono que está bien para panteras provenientes de una serie animada, pero no para seres vivos a los que se les permite pescar en nuestras aguas. Esto pájaros, en realidad, nacen con plumas de tonalidad blanco-grisáceas, pero con el tiempo mutan hasta acabar como los conocemos. Algunos biólogos se esfuerzan en encubrirlos. Dicen que el cambio se debe a su alimentación y no un fenómeno escalofriante. Para su desgracia, existimos paladines de la autenticidad, quienes sabemos que aquello es imposible, sin importar el número de botellas de Pepto-Bismol que se puedan consumir al mes.

También está lo de su cuello que desafía las leyes la física. Un cuello larguísimo y flexible que de algún modo se las ingenia para mantenerse erguido cuando se lo propone. Es de no creerse, la verdad. ¿Desde cuándo el hule puede actuar así?

Su pico, por otra parte, a diferencia de otras aves, tiene una curvatura hacia abajo tan pronunciada que hasta se vuelve obscena. Busquen fotos en internet. Es un pico impotente, un pico con disfunción eréctil. Uno que da  la impresión de haberse aplastado luego de haber sufrido un percance automovilístico.

Por si fuera poco, está el detalle de los ojos. A veces  no se le da la atención adecuada porque hay otros elementos de su anatomía que distraen (esas piernas flacuchas, además de lo ya mencionado); no obstante, son igual de cruciales. Tienen una mirada diminuta y aun así expresan una frialdad casi malévola con la que parecen insinuar que ellos conocen el mayor secreto del universo y que por ninguna razón lo van a compartir con nosotros.

En castellano, es cierto, el nombre de este bicho es flamenco. Si en esta ocasión he decidido llamarlos flamingos es porque así lo he hecho desde que tengo memoria. Lo hago porque los españoles me caen bien. No quisiera que uno de sus estilos representativos de música y danza compartiera la misma palabra con el esperpento que he pasado a ser denunciado en este escrito.

Lo recomendable es evitar el contacto con los flamingos. Hay que abstenerse de tenerlos enfrente. Si son capaces de aguantarse a sí mismos son capaces de cualquier cosa. Cuidado. Tomen precauciones. La próxima vez que vayan con la familia al zoológico, pregunten al guía si tienen algún ejemplar rosado entre sus habitantes. Si la respuesta es afirmativa, mejor salgan y vayan a la próxima taberna.

flamingo2

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